Los
organismos vivos son maquinarias que utilizan energía generada por
reacciones químicas para su ciclo vital que consiste en nacer,
crecer, reproducirse y morir. El nivel de comunicación entre las
piezas (moléculas) de estos autómatas y entre los individuos de
cada especie se conoce sólo en parte. La supremacía humana derivada
de la ocurrencia de su origen divino ha supuesto una barrera
psicológica que ha lastrado el conocimiento hasta hace poco al
considerarse sustancialmente distinto del resto de la materia viva.
Hoy se acepta sin paliativos que la evolución no se ha producido a
saltos, sino que ha avanzado mediante ligero deslizamiento sobre lo
existente. De ahí que entre el Homo sapiens y las especies previas a
las que exterminó, existían sólo pequeñas diferencias. Por eso no
debe extrañar que los orangutanes y otros simios usen lenguajes
capaces de expresar pasado, presente y futuro.
Aceptada
la graduación progresiva habría que investigar cuando empezaron a
desarrollarse conductas que amenazan la supervivencia de la especie
como pueden ser el egoísmo y la comodidad. Aunque los mayores
peligros para las sociedades humanas han venido de guerras
alimentadas por instinto depredador, la falta de conciencia colectiva
y la flojera pueden ser quienes acaben destruyendo la humanidad. Que
esta tendencia se detectó hace tiempo lo prueba el hecho de que el
Génesis consideró el trabajo un castigo imperativo de Dios:
“ganarás
el pan con el sudor de tu frente”.
Lo que, aparte de una maldición soltada en un momento de ira, es un
principio termodinámico tan ineludible como el propio mandato
celestial: la vida es actividad.
En
la actualidad, el declive del ejercicio (físico e intelectual) tiene
consecuencias económicas derivadas de la elevación del gasto
sanitario necesario para mantener la salud que la población pierde
debido a malos hábitos. Dado que los tratamientos médicos alargan
la vida, los gastos que se originan por el sedentarismo están
empezando a ser in asumibles por la sociedad. En esta crisis se ha
visto el deterioro sanitario de sectores que no pueden financiar
medicaciones costosas. Aunque la solución es barata ya que consiste
en aumentar la actividad física y disminuir la ingesta, la tendencia
que se impone apunta a la indolencia (falta de voluntad) de la mano
de la tecnología que invita a la ociosidad. La pregunta es ¿hay
animales vagos que enferman por dejadez?
El
hambre estimula la actividad física en toda la escala animal y la
saciedad la deprime. Esta puede ser la principal causa que explique
el sedentarismo: la sociedad actual no necesita moverse para
atiborrarse. La vida salvaje precisa agilidad para defenderse, comer
y procrear, de ahí que la apatía no sea rentable a campo abierto.
Pero la falta de alimento además de provocar reacciones agresivas
puede desencadenar, en determinadas especies, la producción de
esporas o la hibernación que viene a ser un ralentí en espera de
tiempos mejores. Esa retirada temporal de la lucha por la
supervivencia (que está siendo ensayada para viajes espaciales y en
medicina) podría ser otro componente de la comodidad que tienta al
hombre desde que se tiene conciencia. En cualquier caso la solución
debe venir de la educación. Si la gente se pintorrea el cuerpo y se
pone piercing en las narices y hasta en el ombligo por mimetismo, no
debería costar tanto inculcarle los beneficios del saber y de la
actividad física.
CIRANO
Con discreción le he escuchado su reiterativa e interesante posicionamiento sobre eso de que "somos los que nos movemos" y siempre le he alabado su fuerza para inducir movimiento, solo que yo sé que no todo depende de la voluntad, porque los mecanismos reguladores de la actividad dependen de otros posicionamientos ajenos a la voluntad humana y animal. Y eso que aun desconocemos mucho de esa ciencia llena de evidencias. Quizás lo físico sea más susceptible de controlar, pero lo cognitivo de momento solo se podrá medir pero no regular ni estimular. Lo sé por bastantes evidencias.
ResponderEliminarEl debate que plantea acerca de la fuerza de la voluntad y su manipulación la comparte el conocido autor de “Sapines” Yuval Noah Harari en El País de domingo. Harari lamenta la vulnerabilidad de la voluntad frente ataques externos y Cirano piensa que se puede defender con actividad física e intelectual, sin abandonarse a la comodidad. Hay que seguir debatiendo.
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