Quizás el título sea de
dudoso gusto ya que entre hombres no es costumbre usar la palabra
“querido” pero yo me arriesgo, me importa una giga que el título
sea de dudoso gusto, solo sé que manifiesta un sentimiento lleno de
contenido afectivo y que no admite dudas sobre lo que se quiere
decir.
No eramos amigos al uso,
a saber , nada de complicidad en asuntos económicos ni de faldas,
pero si empatía en la forma y manera en que se enfoca asuntos de
carácter cognitivos. Nos entendíamos con facilidad, aunque también
es verdad que no compartíamos los mismos pensamientos, quizás su
agitada y plena vida social y laboral le habían condicionado un
recato ideológico que lo manifestaba en sus posicionamientos
políticos, pero lo hacía con tanto cuidado y con un uso tan
delicado y tan sofisticado que era un placer prestarle atención y
silencio tan deseado y tan poco practicado.
Hace un año comenzó su
periplo de reparación de la salud, que para nada le apartaba de sus
obligaciones laborales que tanto le hacían disfrutar . En ningún
momento abandonó la responsabilidad que había contraído con
empresas y personas que se encontraban bajo su influencia y
colaboración.
Pero no quiero hacer un
panegírico de su vida, ni manifestar alabanzas de su persona y
actuaciones, no los necesita y está al alcance los de medios
informativos, solo quiero o deseo contaros algunos recuerdos que
tengo clavado en mis tibias entendederas y que desde hace meses me
acompañan.
Desde que comenzó su
exigente, largo e injusto periplo sanitario, según me iba informando
cada vez que hablábamos, me llamó la atención la banalización que
confesaba de su proceso de salud. Estaba metido en una espiral de
autoengaño que le hacia quitar importancia al inevitable fin de sus
días. Jamás se lamentó ni sintió miedo, solo lo consideraba un
acontecimiento que le había tocado a él, pero que se arreglaría
porque estaba en buenas manos.
La otra imagen que me ha
acompañado, es la imagen de dos niños cogidos de la mano y con su
cartera de cuero en la otra , caminaban por el centro de una calle y
al fondo se veía el tranvía que les llevaría al colegio. Iban con
pantalones cortos y un jersey gris uno de ellos y verde oscuro el
otro. El pelo mojado cubría parte de la frente, ambos iban mirando
hacia delante y hablaban poco, pero por la forma de ir sujetos de la
mano me despertaba mucha ternura.
Cuando hace días murió,
me dejo un profundo vacío, porque ya nadie me cogería de la mano
para ir al colegio, y solo restaría que me esperara para reunirnos
en ese largo paseo que deseábamos hacer juntos.
INDALESIO
La fotografía pretende congelar una escena intentando detener el tiempo. Los recuerdos, por el contrario, se viven imaginando que lo que se cuenta permanece en alguna parte. Esa es la impresión que me ha dejado Indalecio relamiendo la infancia como si fuera el bigote de chocolate que señala que la taza está vacía. La imaginación tiene la libertad de darle la vuelta al tiempo y volver a coger la mano del amigo camino del colegio, un día cualquiera.
ResponderEliminarExisten algunas imágenes que se crean en el subconsciente por un porqué desconocido, y que despiertan un sentimiento de compasión compartido. Quizás la pureza de un niño abre con dulzura la puertas del otro mundo que ignoramos como nos tratara. De cualquier forma me gusta la metáfora de los niños cogidos de la mano.
ResponderEliminarBonita reacción de duelo, amigo Indalesio. La imaginación, como refiere Cirano, es un recurso natural, sabio para mitigar el dolor y rehabitar el hueco del recuerdo del que se fue, poeticamente con la foto
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