En
la tragedia Reso atribuida a Eurípides, Héctor se arranca con el
siguiente parlamento: “¡Oh
dios, que cuando tenía la suerte de mi lado me privaste como a un
león de su alimento, antes de que aniquilar pudiese violentamente
con esta lanza al ejército entero de los argivos! ¡En verdad que,
si del sol relucientes los rayos no se hubiesen contenido
ocultándose, no habría detenido yo mi lanza exitosa antes de
prender fuego a sus naves y de ir de tienda en tienda matando aqueos
con estas manos que a tantos ha dado muerte!”
Los griegos marcan el inicio de la civilización occidental. Pero ¿es
civilizado alardear de matar semejantes? La historia podría
reducirse a relatar las contiendas habidas entre humanos escrita con
la sangre de los caídos en combate. A los pacíficos se les toma por
estúpidos tanto en el plano terrenal como en el divino a pesar de
que la paz tiene un objetivo claro del que carece la violencia. El
pacifista quiere que los humanos se entiendan y propone arreglar las
diferencias mediante el diálogo. El no pacifista prefiere que se
soluciones por la fuerza. ¿Qué es lo más inteligente, lo más
razonable y lo más elevado para el espíritu? De todas formas, algo
ha cambiado a lo largo de los siglos. Ahora no está bien visto que
un mandatario se jacte, como Héctor, de matar enemigos con sus
propias manos. Los matones hablan de experimentos, como Guernica o
Hiroshima y Nagasaki.
La
vida no es que sea siempre agradable, se limita a transmitir en todas
las formas en las que se expresa que es ella o la nada. Desde esta
evidencia resulta difícil entender el fundamento de la ambición
humana y más aún el fenómeno de la violencia. En las sociedades
animales se pelea, pero no existen guerras: fue la inteligencia quien
afiló los colmillos de la maldad. Las bestias entienden pronto quien
es el que merece el poder o al menos quien lo ejerce. Pero cuando el
hombre emerge a la imaginación se deifica saliéndose de sus
casillas. A partir de ahí no sabe lo que es ni para qué está en el
mundo. No acaba de aceptar que debe conformarse con ser y se
entusiasma con tener.
La
paradoja de la etapa post depredadora de la humanidad es que para
conseguir la paz los pacíficos deberían eliminar a los violentos.
En una sociedad racional lo primero que habría que erradicar es la
capacidad de autodestrucción prescindiendo de todo lo que atente
contra la estabilidad y el progreso del grupo. Pero para desterrar la
violencia se necesita aplicar violencia. El instinto de
supervivencia, que es egoísmo en estado puro, se utiliza siempre en
beneficio propio, por lo que resulta difícil de educar o modificar.
La solución es el enfrentamiento: o se vence o se es vencido. Porque
ya ha ocurrido antes. Cada vez hay más evidencias científicas que
prueban que hace unos cien mil años coexistieron, al menos, cinco
especies de humanoides y que la que prevaleció no fue la más
sapiens sino la más brutus. A ver por donde tiramos ahora.
Contra
las bacterias patógenas se utilizó un arma que ha dado resultado
durante un tiempo, pero que está empezando a flaquear. El
descubrimiento de los antibióticos se hizo desde planteamientos
agresivos: su mismo nombre lo indica. Siguiendo esta lógica habría
que combatir la violencia con tecnología superior a la que utilizan
los que la practican. Los antibióticos están diseñados para
destruir vectores dañinos, pero también acaban con cepas amigas.
Una limpieza antibiótica supondría suprimir focos violentos
llevándose por delante a muchos inocentes. Solución que tampoco
asegura su exterminio y que deja, incluso, una puerta abierta a la
recurrencia. La única salida sería conjurarse para combatirla por
las buenas. O se utiliza la inteligencia en lugar de la fuerza o los
que van a las malas ganarán siempre. Ya lo decía el otro: “vinieron
los sarracenos y nos molieron a palos, que Dios ayuda a los malos
cuando son más que los buenos”.
CIRANO
Cuán sabios eran lo griegos por su conocimiento y cuán prácticos por sus habilidades docentes. Aún habiendo pasado muchos siglos continúan seduciendo con sus enseñanzas, tanto que lo que más nos produce son fenómenos miméticos para aprender y gozar. Dicen que las infecciones por bacterias son del siglo XIX, por virus en el siglo XX y por fenómenos sépticos neurológicos en el siglo XXI. Pero nosotros no estamos cercas de las vanguardias, son muy caras. Si aprendiéramos delos griegos otro gallo nos cantaría.
ResponderEliminarLa paradoja de la maldad.
ResponderEliminarEl "Ensayo ingenuo sobre la tolerancia", que como siempre no tiene nada de ingenuo viniendo de Cirano, plantea bien la dicotomía entre guerra y paz. Pero creo que este cuestionamiento es un fenómeno nuevo tras los grandes descalabros de las guerras mundiales y la toma de conciencia de que no es descabellado pensar en la posibilidad de autodestrucción de la especie. Pues no son tan lejanos los tiempos en que se hablaba del arte de la guerra.
Y no es tolerancia, no cabe en este asunto la tolerancia. Tú das la solución, Cirano. Es inteligencia: el humano es egoísta por pura supervivencia, pero sabe que si se guía sólo por el instinto y por la fuerza para arrebatar lo que quiere o necesita más pronto que tarde vendrá otro que se lo quitará también con violencia. En consecuencia, podría pensarse que la maldad/violencia contra los otros no es inteligente, ni a nivel de especie adaptativa. Pero esto es algo que desmiente su persistencia a lo largo de los tiempos. Darwin dice que lo que no es adaptativo desaparece durante la evolución de la especie, luego si persiste la maldad/agresión etc. contra el otro, es porque es adaptativa para la especie.
Determinado el que sea adaptativa puesto que existe y por tanto sirve a la especie, en principio, debería quitársele cualquier consideración moral. Y dado que la especie sapiens sapiens es social postulamos que será "bueno" lo que favorezca la Cohesión grupal y "malo" lo asocial o contrario a dicha Cohesión.
Establecido lo anterior, ¿cómo es que sirve la maldad a la especie siendo como es asocial o rupturista con la cohesión social?
Para fundamentar esta tesis puede comprobarse que la maldad es útil a la cohesión social en dos niveles:
1.- La mejora al unir/cohesionar al grupo para oponerse al rupturista o asocial perteneciente al propio grupo. Derecho penal, jueces, policía, etc.
2.- Cuando el oponente al grupo es externo a éste, está demostrado que el grupo se une/cohesiona más. Patriotismo, ejércitos, guerra, etc.
He ahí lo que denominamos La paradoja de la maldad.
Huarte Goliardo