Hamlet se preguntaba si debía rebelarse contra la insultante fortuna o quedarse con la cara de tonto que le dejó su tío al envenenar a su padre, pero la sociedad española piensa que la cosa todavía no es para tanto y prefiere aguantar los embates de esa tan adversa fortuna en espera de que el sentido común vuelva a dejar que los políticos roben y los banqueros especulen. Hamlet tenía motivos y pasión, a parte de que le buscaran la boca: era como el toro al que banderillean para que se arranque.
Un día Rajoy dejó la cabra atada a una farola de La Moncloa y salió a caballo vestido de picador. El pantalón le apretaba la ingle cuando la tripa se dejaba caer contra el perno de la horquilla cada vez que el jamelgo iniciaba el trote. La chaquetilla le estaba estrecha porque al parecer la habían confeccionado con las medidas de Zapatero que era más delgado (además de correr medias maratones de incógnito) y la teja le caía hacia el ojo del tic impidiéndole percibir con lucidez. Al verle salir, la cabra hizo un intento por seguirle, se notaba que le tenía querencia a pesar de los disgustos, pero la cuerda y el guarda de seguridad se lo impidieron. Para ir cogiendo gestos, en lugar de pedir que le abrieran la puerta, dio un puntillazo al portero desprevenido que se revolvió cabeceando el peto. Rajoy lo contuvo con un sereno ¡quieto ganapán!, abre la puerta para que salga el caballo, que van a ver lo que es bueno.
Una vez en la calle fue picando aquí y allá: un parado, un municipal, un manifestante, un funcionario; arremetió contra la cola del INEM, contra un ambulatorio, contra una escuela pública. Al pasar delante de Bankia vio que Rato salía con un maletín y le pidió que le invitara a unos chatos antes de tomar el avión para Suiza. Después siguió su camino desmontando lo público con alardes de visionario. Ahora lo único que falta, se decía, es un Cervantes que ponga en letras de oro las hazañas del caballero que persigue la falsa creencia del estado del bienestar como Don Quijote combatía a los que negaban a los caballeros andantes.
Al pasar delante del museo del Prado se le ocurrió la brillante idea de sacar a la venta Las Meninas para aliviar la voracidad de la cabra. ¿No está haciendo lo mismo Tita Cervera con los fondos del Thyssen y nadie protesta?¡Qué digo Las Meninas!¡lo que haga falta se vende para que vuelva a fluir el dinero!¡Lo que es de todos no es de nadie y hay que poner las cosas en valor! En estas cavilaciones estaba cuando se acordó de que tenía una cita con Adelson, ese benefactor de la patria que iba a introducir el juego a grandes dosis con la mafia de casinos y corruptelas incluida. Como estaba en un atasco, llamó por el móvil al helicóptero que desde el patio de los jesuitas de Claudio Coello, lo llevó a su encuentro con el angelote de Sheldon con el que se entendía mucho mejor que con la angélica Merkel.
CIRANO
Muy logrado amigo Cirano. Por eso habrá que ir a la manifestacion del dia 14, aunque tenga ella algo de rebaño de ovejas y carneros y sea cuestion quijotesca arremeter contra Rajoy, Alifanfarrón de la Traponaba
ResponderEliminarSi, una vez comprobado que solo los conservadores
ResponderEliminarpueden crear las condiciones objetivas para preparar la gran estafa y que todos somos participe de esta, por nuestra pasividad, llego a la conclusión que nuestra democracia está enferma, y sabes que? con una severa enfermedad que la tendra en cama mucho tiempo. Así que hablar de defender la democracia nada, tenemos que sanearla en profundidad por esta emporcoñada y resuma mierda. El gran turiferario que va repartiendo tiene deamsiados tics, aunque este maquillado.