PINGUINO.




Anoche estuve soñando. Soñaba que era un pingüino y no se de que manera aterricé en Nueva York. Paseaba por la quinta avenida, tenía frío y llevaba las manos entre las aletas a modo de bolsillos, ¡cosa de los sueños! Estaba feliz y silbaba una canción que no puedo recordar. Me vi enrolado en varias manifestaciones, contra la guerra, a favor de la preservación de la Naturaleza, por la igualdad de derechos de grupos marginados... y también en un desfile de Mayolet . Recuerdo la gran exhibición de patinaje que di en las pistas de hielo del Centro Rockefeller. Por la noche fui a un espectáculo de danza en un teatro de Brodwai; pasé indiferente ante el portero, que me saludó muy amablemente; en aquel momento pensé que debió confundirme con algún personaje importante. Me acomodé en la primera fila y nada más comenzar la función me invitaron a subir al escenario. Al poco rato todo el público se puso en pie aplaudiendo sin cesar; ahí acabó la función: quedé inmóvil y avergonzado, no entendía la situación e hice mutis por el foro.
¡Que fascinante recuerdo el de la mañana siguiente! El reflejo del sol en los acristalados rascacielos de la tercera avenida. Cómo me recordaban los grandes bloques de hielo de mi tierra. De forma imperceptible me fue invadiendo una tristeza infinita y deseé volver a mis espacios abiertos, al silencio polar, a las noches interminables y al lejano aullido de los lobos.
Desperté con un sabor agridulce. A pesar de revivir la maravillosa Nueva York, a pesar del protagonismo tan distante a mi realidad, percibí a mi pingüino como un ser tierno, pequeño, solitario... inmerso en la vorágine de la gran ciudad, pero en el fondo era un romántico y echaba de menos su mundo aburrido, aunque bellísimo.... y seguro que cuando lleve allí unas horas recordará el día más divertido de su vida... y deseará volver. Está claro que nuestro personaje es un inadaptado. Es evidente que la adaptación implica una renuncia a otras alternativas... Santa Teresa “moría porque no moría” ... y un paciente mayor, de 80 años, Isaac, me decía el otro día que no le importaba morirse, porque siempre había tenido curiosidad por conocer a Cervantes. Probablemente si llega a conocerlo se llevará una decepción: es imposible que el autor pueda superar a sus grandes personajes. Cuando vuelva a ver a Isaac le recomendaré que disfrute con las pequeñas cosas... y que vuelva a leer el Quijote.

GRECO    Enero2011
 
Bienvenido GRECO, esperamos que sea el inicio de una larga relación epistolar. El editor del Garrotin

5 comentarios:

  1. Eso,Greco, bienvenido con tu texto realista mágico. Buen comencipio

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  2. Tambien con esas fantasias se hace camino, y cuantos de nosotros nos hemos sentido pinguino, vampiro y/o cocodrilo en la mayor referencia de la ilusión, que es N.Y. Que por cierto cada día la cierran más a la presencia real del resto del mundo.

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  3. Haces bien en recomendarle que vuelva a leer el Quijote si quiere conocer a Cervantes, otro desapriscado, como tu pingüino. Si la adaptación supone renuncia ¿la inadaptación que conlleva? Espero que todos los asiduos del Garrotín se alegren con tu llegada.

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  4. Algo de magia y fantasía se agradece, así que mi bienvenida también para tí.
    Ahora sólo una cosa importaba. Sabían que eso era todo lo que podían pedir. Lo único. Siempre. Los dos lo sabían. Incluso luego, en las treces noches que siguieron a aquella, instintivamente se aferraron a las Pequeñas Cosas. Las Grandes Cosas siempre quedaban dentro. Sabían que no tenían adónde ir. No tenían nada. Ningún futuro. Así que se aferraron a las pequeñas cosas(Arnudhati Roy)

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  5. Gracias a todos por vuestro ánimo y acogida. He andado algo despistado visitando el "Garrotín literario".

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