LA VUELTA AL COLE

 


El inicio de la actividad escolar en este año o curso de 2020-21 pasará a la historia como el de la reiniciación de las actividades habituales en “la nueva normalidad”, un concepto tantas veces mencionado y en el que hemos depositado innúmeras esperanzas e ilusiones de mejoras que sus expectativas corren el riego de superar en mucho a la realidad.

Esperamos ver unos colegios más limpios, recién blanqueados de paredes impolutas. Una limpieza más dinámica que estática porque se limpiarán las clases todos los días con especial hincapié en mesas y sillas. Y los servicios se limpiaran más de una vez al día. Igualmente se mantendrán limpios los espacios y enseres de juegos o recreo de forma continua.

Los propios alumnos se habituarán a limpiar su calzado, se limpiaran asimismo las manos al llegar y al abandonar el colegio e incluso al abandonar los espacios de recreo, al entrar y salir de los servicios en los que además no faltará nunca papel higiénico ni material de desinfección. Aprenderán a limpiar y a llevar limpios sus materiales didácticos, a comer con pulcritud y a tratar los residuos de las comidas. Y se les enseñará a ser amistosos en el trato sin efusividad excesiva.

Todas las medidas que traten de impedir la inevitable contaminación entre los alumnos son de gran importancia porque ellos pueden llevar la epidemia a sus casas y contaminar a sus padres y familiares y lo que es peor contaminar a sus abuelos que por su edad son personal de riesgo.

Pero la base fundamental de los cambios estriba en la necesidad de mantener una distancia de seguridad entre alumnos. Este par de metros salvadores obliga a disminuir la ratio de alumnos-profesores ampliando las clases, doblando el número de turnos o readaptando las instalaciones para obtener nuevos espacios, y sobre todo ampliando el número de profesores. Es aquí donde posiblemente el dinero destinado a salvar el déficit propiciado por la pandemia debe de proporcionar sus mejores frutos.

La falaz división entre educación presencial y educación telemática puede dar lugar a nuevas distorsiones sociales no deseables en ningún caso en nuestro tejido educativo basadas en las posibilidades económicas familiares de adquisición y manejo de material informático que en todos los casos deben de estar a cargo de la enseñanza pública. Y no será suficiente con inhibirse de las responsabilidades porque quienes se benefician de los cargos deben de estar para asumirlas.

La mejora integral de la enseñanza en todos sus aspectos debe de ser la consecuencia lógica de un estado preocupado por combatir la expansión de la pandemia y la posible aparición de futuras invasiones víricas. Nada puede justificar la dejadez e inacción de nuestras autoridades a este respecto, pues nada es tan importante como la educación.


Jesús Lobillo Ríos

Presidente del Ateneo Libre de Benalmádena  



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