Aceptado
que el libro sea el mejor amigo del hombre que no tiene perro, se
puede estirar la comparación entre amistad y lectura hasta donde la
dialéctica alcance. Para los principiantes que acaban de descubrir
el placer de leer, todos los libros son buenos como atractivas son
las nuevas amistades para los adolescentes. En la infancia se forja
el ideal de amistad que con el paso del tiempo no hace más que
degradarse. Por eso, cuajado ya el gusto en la madurez se sabe lo que
se quiere y se conoce lo que se tiene. Habrá a quien apetezca releer
unos pocos libros y quien prefiera la novedad. Lo que está claro es
que a poco que se haya vivido se cuenta con amigos que aportan, con
otros que pasan sin pena ni gloria y con los que se hacen pesados de
leer.
La
empatía no resulta de tener gracia o de ser amable, es la corriente
interna que maneja los entresijos de las relaciones humanas. La
seducción lubrifica el sistema afectivo y el encono echa arena al
engranaje. La simpatía agiliza la maquinaria interna y la antipatía
la agarrota. De ahí que las respuestas puedan ser ágiles o torpes
según se trate de relaciones relajadas o tensas, limpias o turbias.
Como no existe un patrón para medir el afecto la valoración se hace
por comparación entre lo que se recibe de unos y otros, siendo la
referencia el amor familiar y la constante universal el de la madre.
El egoísmo afectivo que alimenta el clan induce a conductas poco
sociales fuera del círculo de sangre. Otra muralla de afecto es la
que establece la ideología, sobre todo la religiosa en la que no sé
por qué se incluye la bondad y la honradez como atributos
inmanentes. Como los creyentes están convencidos de la superioridad
moral de sus principios no se sienten obligados a compartir los del
resto de la comunidad por lo que la verdad viene enlatada en parcelas
que no siempre confluyen en el bien común. Alardear de querer a
todos disfraza la realidad de defender lo propio. Los únicos que
aman de verdad al mundo son los solitarios.
Es
corriente abandonar la lectura de un libro que resulta poco
interesante. Interesante quiere decir que interesa lo que allí se
dice reconociendo que contiene algo de provecho, también significa
que se motiva por lo que tú dices, que te escucha y que te valora.
El buen escuchador suele ser buen conversador entendido en el toma y
daca de la amistad. El dinero, ya se sabe, no se puede llevar a la
otra vida, pero las ideas extraídas de los libros de cabecera ayudan
hasta el último momento, lo que confirma que el que tiene un libro
tiene un tesoro y que libros son amores y no buenas razones. Los
sentimientos funcionan al margen de los circuitos de la voluntad,
como sucede con la digestión. Se puede desear hacerla buena, pero si
algo sienta mal, el ardor y la halitosis decidirán por su cuenta y
ahí está el problema: no siempre se acierta con lo que se lee ni
con lo que se come.
CIRANO
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