El ataque perpetrado a
la humanidad por parte de un insignificante virus planteó a los
políticos la cuestión de elegir entre proteger la salud de los
ciudadanos o priorizar la economía caiga quién caiga como
pretendían los rubios. A más duras que blandas penas se ha impuesto
el criterio científico humanitario sobre el económico insolidario que
ha tenido que conformarse con la propina de la limpieza de una parte
del tejido improductivo, receptor neto de servicios sin
contrapartida. Adelgazadas las residencias de ancianos y diezmada la
clientela del IMSERSO los líderes mundiales se enfrentan ahora al
dilema de mantener las medidas intervencionistas o volver al
capitalismo duro a base de liberalismo salvaje. Pero si se tiene en
cuenta que la pandemia es, precisamente, el resultado de la
aplicación de políticas liberales, la cordura desaconsejaría
administrar más de lo mismo. El problema es que ni la sociedad, ni
el sistema financiero y productivo, ni la estructura política están
diseñados para manejar programas sociales que procuren el bien común
antes que el enriquecimiento particular y que el cambio de modelo no
se resuelve con un simple tuneado, sino que requiere una renovación
profunda. Aquí es donde se echa en falta la apuesta educativa que
hubiera ayudado a la población a enfrentarse a situaciones que
requieren respuestas colectivas. Pero como con lamentos no se va a
ninguna parte habrá que ir pensando en exigir cambios significativos
sin aceptar que la libertad de circulación sea el único premio a la
obediencia responsable que ha mostrado la sociedad. Si la visita del
virus obligó a decidir entre público o privado, su despedida
interpretará una variación sobre el mismo tema, porque lo que
parece claro es que la gente está menos dispuesta que antes a
conformarse con lo de siempre y habrá que optar entre resignación o
derechos. Hace tiempo que el pueblo viene ensayando a su aire nuevas
partituras ataviado con chalecos amarillos u otras vestimentas
reivindicativas. Pase lo que pase, el nuevo orden mundial tendrá que
elegir entre dar pan o seguir con el circo del malabarismo liberal de
los últimos años.
CIRANO
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