Desconozco
el porcentaje de racionalidad que opera en la convicción política
de cada uno, aunque intuyo que predomina lo emocional. En todo caso
el carácter social, como el personal, es fruto de la experiencia
vital registrada en el subconsciente (que viene a ser el ADN del
pensamiento). Por algo se define como ser (de derechas o de
izquierdas) colocando esta afiliación al mismo nivel que el lugar de
nacimiento o la profesión. Políticamente se es en modo categórico,
se exprese o no. Al margen de los partidos y del mal ejemplo de sus
dirigentes, el pueblo profesa una ideología que se fundamenta en
principios simples como son el egoísmo, que desdeña lo colectivo o
la generosidad, que entiende la convivencia como elemento nuclear.
En
el amor a la familia o a la propiedad no participa la razón; se
trata de un apego puramente sentimental. Cuando se estudia
trigonometría o mecánica cuántica se pueden compartir entusiasmos
estéticos, pero para dominar estas disciplinas se necesita esfuerzo
intelectual. Como el comportamiento humano tiene un fondo biológico
más pasional que racional la ideología expresa instintos antes que
razones. Es normal, por tanto, que la parcialidad juegue un papel
determinante en la gestión de la opción política. De ahí que
planteamientos que cautivan a unos indigesten a otros. Para evitar la
notación viciada de derechas e izquierdas propondría la
simplificación a actitud egoísta o generosa. Entendiendo que la
primera condiciona sus preferencias a la obtención de beneficios
personales o familiares y la segunda plantea que los logros
particulares se alcancen a través del bien social.
Pero
en política no siempre se actúa atendiendo querencias personales. A
veces se responde en virtud de la postura que adoptan los que se
consideran contrarios. Si quien sufre nuestro desdén plantea una
opción con la que en principio se podría estar de acuerdo, es
bastante probable qué, activando el reflejo de rechazo, el repudio a
la persona se extienda a la idea. Pasa a menudo con las iniciativas
de grupos considerados extremistas que se rechazan en bloque sin
mirar si existen puntos de coincidencia. Cuando propuestas no solo son sensatas, sino qué, además, tienen base científica son presentadas
por colectivos incómodos como los verdes, ecologistas o animalistas,
el espíritu burgués las rechaza sin entrar en detalles para evitar
contaminaciones. Hay que reconocer que esa postura es más rígida en
el grupo egoísta que en el generoso.
La llamada a la cooperación para la defensa del medio ambiente (en
realidad para proteger a la humanidad de sí misma) es una
convocatoria semejante a la Declaración de Los Derechos Humanos y a
las Leyes Abolicionistas. No son planteamientos en los que se pueda
apelar a detalles mínimos para rechazarlos; su aceptación implica
alistamiento con el modelo de generosidad. Si además se tiene en
cuenta la catadura de los líderes que desprecian el respeto del
medio aduciendo que la Naturaleza es más sabia y poderosa que el
hombre, el negacionismo resulta ser la expresión más necia del
egoísmo. Trump (usa), Bolsonaro (brasil), Macron (francia), Putin
(rusia), Merkel (alemania), Xi Jinping (china), Ram Nath Kovind
(india), enredando tirios con troyanos, han optado por no acudir a la
cumbre que certifica en estos días los bochornos del climaterio del
planeta.
CIRANO

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