El
diagnóstico que se me ocurre hacer de la infección política que se
extiende por el planeta (“ignored
pandemic”
la llama Transparency International por no nombrar la fea palabra
corrupción) es de amigdalitis crónica, valga el oxímoron. Pero no
me refiero a esos bultos que nos quitaban de la garganta a los niños
cuando se llevaba extraerlos, sino al nódulo cerebral integrado en
el sistema límbico que procesa las emociones. Estudios recientes
llevados a cabo en la Factoría Científica Churriana Valley (FCCV)
han desvelado que el tamaño de la amígdala correlaciona con las
necesidades afectivas de las personas. En el citado centro de
investigación interpretan que el volumen del núcleo refleja la
actividad emocional, de lo que se deduce que quien demanda compañía
lo tendrá grande y el solitario pequeño. Los datos clínicos para
este estudio se obtuvieron mediante un detector de voltaje neuronal
que utiliza nanopartículas y los epidemiológicos rastreando
relaciones sociales. Reflexiones poco científicas concluyen que
cuando toman el mando personajes con amígdalas grandes (léase
charlatanes) la sociedad se tambalea porque el populismo suele venir
asociado a corrupción.
Lo que está
tratando de aclarar la FCCV es si los vectores de entrada (input) y
de salida (output) son responsables, respectivamente, del
comportamiento dependiente y dominante que diferencia los subtipos,
porque no es lo mismo necesitar que dispensar emotividad. Los
indigentes de afecto son menos dañinos (a pesar de que quien calla
otorga) que los subastadores de sueños, esos miserables que ofrecen
rebajas de ilusiones bajo promesa de reeditar el milagro de los panes
y los peces. La amígdala inspira poemas y la corteza teoremas; el
sistema límbico siembra el miedo y la razón aporta el remedio.
María Salomea Sklodowska alias madame Curie, decía que no hay que
tener miedo sino conocer y Dante en su viaje a los infiernos coloca a
los ociosos (¿vagos?) en sitio de nadie porque ni en los cielos ni
en las tinieblas los quieren. Las conclusiones pueden llegar de
cualquier parte debido a que cada maestrillo utiliza su librillo y a
que cada cual intenta llevar el agua a su molino. En el mío he
comprobado que cuando se muele emotividad, pasividad y listillos
sueltos se recoge miseria; es algo que se ha visto, se está viendo y
se verá. Otra combinación perversa que se lleva mucho es juntar
ignorancia inducida con exigencia emotiva, lío que podría explicar
(por no pararme en asuntos domésticos) el voto masivo al Brexit…
manipulado (quien lo desmanipulará, el desmanipulador que lo
desmanipule buen desmanipulador será).
CIRANO

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