La
evolución conocía de sobra el humor de las criaturas que estaba
formando. Para animarlas a colaborar en la propagación de la especie
les ofreció placer sexual al tiempo que les administraba
inteligencia para que supieran lo que hacían y por qué. Ese
entender resume la capacidad racional del individuo mientras que la
convivencia responde a la información sentimental que llega por los
sentidos. La razón soporta la personalidad, y el sentimiento la
sociabilidad. No se trata de parcelas estancas, sino que están
conectadas a distintos niveles. El egoísmo es una licencia
pequeñoburguesa que trasvasa compromiso social al área personal
anteponiendo lo privado a lo colectivo. El ideal socialista asume que
el trabajo colectivo asegura el beneficio individual. Incluso el
capitalista más insolidario sabe que si se le quema su casa necesita
ayuda para apagar el fuego y conoce de sobra el trabajo ajeno que ha
usufructuado para acumular los bienes que posee.
El
perro, al igual que el hombre, sufre miedo empírico e intuitivo.
Este temor de tipo religioso del que se ignora la causa se cura con
conocimiento. Falta saber si el perro reza mientras se esconde al
huir de la tormenta. El miedo nos socializa mientras que el éxito
nos individualiza. Primero fue el animal unicelular y luego el
pluricelular, la necesidad hace al grupo. El individuo tiene que
comer para vivir y la sociedad entenderse para dar de comer a los
individuos. Eso es la convivencia: la unión hace la fuerza.
La
política es una actividad racional que se ejerce de manera
irracional. El encargado de defender el bien común es elegido por
decisión personal de cada uno de los electores. Las campañas
mediatizan la razón apelando a los sentimientos. Piden racionalidad
desde la irracionalidad. El poder siempre ha controlado a las masas
manipulando la esfera emocional. En ningún caso el pueblo ha sabido
lo que hacía. Al principio fueron las guerras, luego vinieron las
religiones y ahora utilizan la democracia. Desde siempre se ha visto
obligado a defender principios abstractos como patria, moral o
libertad. Las cosas van por donde van y los hechos han sido como han
sido. Esta reflexión plantea la poca responsabilidad que han tenido
los individuos en la organización social y reclama más
participación (racional) y menos tutela (sentimental) de los poderes
públicos, cosa que estoy seguro de que sólo se consigue con
conocimiento.
La
actividad colectiva se alimenta de emociones impregnadas de
irracionalidad. Tumultos, procesiones y revoluciones son procesos que
se autoalimentan y que no necesitan basarse ni en la verdad ni en la
razón. Lo que sucede hoy con los bulos que engordan las redes ha
venido pasando a lo largo de la historia. Ningún texto sagrado
aporta datos sobre los hechos que relata. Hoy se acepta que las
cosmogonías fantásticas vinieron a llenar lagunas afectivas o
vacíos emocionales, si es que no fueron las propias doctrinas las
que crearon las dudas. Resulta incoherente que sean los sectores
dogmáticos, defensores de la comunión de los santos y cosas de
esas, quienes acusan de populismo a los que proponen equidad y
justicia social. La demagogia cuanto más absurda más seduce al
incauto.
CIRANO
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