No
creo que resultara difícil educar en clave participativa (comunidad)
en lugar de egoísta (individuo). Tampoco se trata de trabajar la
humildad ni el sometimiento al poder establecido, sino de ejercitar
la racionalidad. Hacer que cada uno se conozca, se valore y se acepte
tal como es y, sobre todo, que aprenda que se puede mejorar con el
esfuerzo. La vida es materia organizada para combatir lo aleatorio de
la naturaleza. Evoluciona a base de socialización, por lo que las
estrafalarias ideas liberales que predican individualismo son propias
de la materia inorgánica. Pero venimos de donde venimos y considerar
a los hombres hijos de Dios supuso una inyección de soberbia que
enturbió el entendimiento de lo evidente. Si se hace creer que cada
uno es lo que se imagina ser, se sacude la realidad para entrar en el
mundo ilusorio de lo sobrenatural. Hay que empezar por pisar la
tierra y luego cuidarla; para viajar al cielo siempre habrá tiempo.
Una
de las características de la izquierda es su tendencia a la
discordia y no porque se enfrenten ideas sino porque se exhiben egos.
Como la tradición de izquierda se fraguó desde la oposición (los
que se sentaron a la izquierda de la presidencia en la histórica
Asamblea francesa se oponían al poder real), la querencia de quienes
juegan a la contra se extiende, no solo a sus adversarios políticos,
sino también (sobre todo) a sus correligionarios. Es significativo
que por esa orilla se repitan las mismas trifulcas internas que tan
malas consecuencias han traído siempre. Ello se debe a que el
contestatario no necesita defender razones, sino que le sobra con
exhibir críticas. En la izquierda se da mucho el idealista utópico
(por tratarlo con suavidad) aficionado a proclamas vistosas e
ineficaces, pero incapaz de mover un dedo por nadie que no sea él
mismo. Como siempre hay un resquicio por donde atacar (nobody’s
perfect) nunca faltan argumentos para la protesta, la disidencia y el
pique. Que no se aporte nada ni se esté dispuesto a justificar lo
que se rechaza no es óbice para creerse con todo el derecho del
mundo a enfrentarse y criticar a los suyos.
El
análisis fino (incluso el grosero) debería ser suficiente para
distinguir entre el pensamiento generoso e inteligente de izquierda y
las apariencias de progresía oportunista. En algún momento de la
historia, posiblemente desde su implantación tras la Revolución
francesa, el término izquierda alcanzó popularidad y prestigio por
su mensaje de cambio. Intelectuales burgueses que anunciaban la buena
nueva como profetas modernos, se constituyeron en luminarias para el
pueblo que siempre cumple con su papel, teorizando desde la solvencia
lo que convenía a los menesterosos. Karl Marx era primo de Philips
el de los electrodomésticos con el que su madre lo comparaba, según
cuentan algunas biografías. Yo voy a liberar al mundo del yugo
capitalista, rezongaría Karl a las objeciones maternas; y yo le voy
a dar de comer, rebatiría su primo entrando al trapo. (continuará)
CIRANO

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