EL DISCRETO ENCANTO DE LA BURGUESÍA






Buñuel fue de los primeros en darse cuenta de que la burguesía era el horizonte existencial de los progres como el capitalismo resultó ser el de los comunistas. Durante la oprobiosa la sociedad española se dividía en dos bandos; por una parte, el proletariado al que se adherían de manera simbólica intelectuales y estudiantes de izquierda, y por otra, la burguesía que representaba el conjunto de todos los males sin mezcla de bien alguno. Con la llegada de la democracia y a medida que crecía el nivel de vida se fue trasvasando personal, y contenido ideológico, del pueblo llano al pijo urbano, convirtiendo a la burguesía en un destino denigrado, pero con el atractivo de ese discreto embrujo que anunciara el cineasta. Instalados de lleno en el espacio virtual del esplín, la aportación de los buenos (que, además, creían ser los listos) no supuso mejora objetiva de la muchedumbre, sino que, los que se proponían cambiar el mundo, cambiaron ellos para adaptarse al mundo que ya nos les parecía tan aborrecible. Por algo Buñuel advertía del peligro de su encanto, contra el que no se tomaron precauciones como hiciera Odiseo para superar el de las sirenas.
Desde el punto de vista termodinámico la burguesía es el estado evolutivo al que se accede por vía del egoísmo y la comodidad y del que no se sale más que con los pies por delante. Lo peor que le puede pasar a la materia viva es perder el instinto de superación (la burguesía es sujeto social acomodado) y buscar el equilibrio o estado de mínima energía. La concepción bíblica de entender al hombre como un ser acabado (para Kant el hombre seguía siendo un fin en sí mismo) dejó tocado el racionalismo por tiempo indefinido, proporcionando de camino el sustrato emocional del aburguesamiento. España que siempre llega tarde a los grandes retos y no solo a las conferencias, le costará más que a los países que respetan la puntualidad superar el creacionismo y sus secuelas acomodaticias, porque malgastó lo obtenido la única vez que se adelantó a Europa, en combatir los avances del protestantismo, quedándose fuera de la Ilustración, la democracia y la revolución industrial. Seguramente se trata de la mayor conjura reaccionaria de la historia. Las secuelas del nacionalismo patriotero de sotana y sacristía atufan todavía los mensajes que los partidos dirigen a la burguesía acomodada y por acomodar, desorientados como están por el griterío de minorías ruidosas estancadas en la edad infantil.
La vida ocurre entre dos suspiros: la inspiración del nacimiento y la expiración de la muerte. De ahí surgen las cosmogonías del soplo que a la postre es el aire de la realidad. Si la burguesía soporta su existencia con desgana ¿cómo se le va a exigir que se preocupe de los demás? El subconsciente le dice que está aquí de paso y que es cuestión de echar el rato. El futuro no es una preocupación, no hace falta recordar carpe diem para saber el terreno que se pisa. Solo hay una cosa más importante que la comodidad y es la codicia que como todo lo incoherente se impone a lo razonable. Ya que existimos por una especie de estornudo deberíamos utilizar pañuelo para no extender los miasmas.
CIRANO

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