LA ERA POSTBÉLICA DE LA HUMANIDAD







Aunque anunciada con el Renacimiento, la sustitución de la guerra por el diálogo para el entendimiento de las gentes y de los pueblos, no llegó a Europa hasta mediado el siglo XX. Eso motivó que la generación nacida después de la segunda guerra mundial haya sido la primera libre del control de género que suponía la mortandad de varones jóvenes en las guerras que se venían encadenando desde hacía miles de años. Los ejércitos han dejado de reclutar a la juventud masculina para adiestrarla en la milicia. Al desaparecer las levas, el número de varones y hembras en edad de procrear puede que se iguale por primera vez en la historia.
Utilizando términos de mercado en el que la escasez de un producto aumenta su cotización, se deduce que la tradicional menor oferta de varones en el comercio matrimonial hacía subir su precio, que pagaban las mujeres con el sometimiento y la entrega del control de la familia patriarcal. Por su parte el ambiente bélico imponía una dinámica de fuerza en la que salía ganando el más fuerte. Desaparecida la causa de la asimetría poblacional, tranquilizado el ambiente, aliviadas las durezas del trabajo físico por la introducción de maquinaria automática, liberada la mujer de la dependencia económica por el acceso libre al trabajo; la competencia tiende a ser igualitaria con previsiones favorables a la mujer dado que durante los milenios en que los hombres estuvieron matándose entre sí, ellas aprendieron a gestionar la intendencia doméstica y a organizar la convivencia social. Si la guerra ha sido cuestión de hombres, la era de paz que se abre será de la mujer y las movilizaciones empujan en ese sentido.
Asunto colateral no despreciable es el que se refiere al hombre de la retaguardia. Tanto en la caza del paleolítico como en las guerras de toda la vida, la vanguardia se ha nutrido de los machos más valientes relegando al tipo flojo a la cola de la tropa y al poblado, donde aparte de cocinar toda clase de traiciones se encargaba de atender a las mujeres y asistir a los servicios religiosos. De esos bribones proceden maltratadores y pederastas que nada tienen que ver con el comportamiento honrado de la mayoría.
La nueva dialéctica no se va a resolver aplicando la imagen especular de lo que fue, sino diseñando nuevas estrategias de convivencia. El problema de los residuos de maltrato y violencia criminal de hombres contra mujeres es una cosa y el nuevo modelo de sociedad con familia, religión, democracia y capitalismo en crisis, otra. La industria del automóvil no se ha visto obligada a cambiar su política energética a causa de los accidentes de tráfico, sino por la contaminación. Las circunstancias son tan nuevas que muchas cosas, como ocurría en el Macondo de Aureliano Buendía, carecen de nombre. Habría que empezar por señalar que la paz no es solo ausencia de guerra sino proyecto en común en igualdad de condiciones de partida. Que los sistemas equitativos contemplan las diferencias de talento y capacidad a la hora de reconocer valores y que la diversidad es norma en la naturaleza. También que es imprescindible un sistema educativo estable, laico y universal.
CIRANO

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