Al
igual que la luz parece continua a pesar de estar compuesta de
unidades discretas llamadas fotones, la vida, que se siente fluir,
podría ser el resultado de la suma de momentos que se suceden como
fotogramas de una película. Eso explicaría el presente como parada
fugaz entre pasado y futuro. Lo que imprime la sensación de
continuidad, tanto en la luz como en la vida, es el movimiento que se
sucede a gran velocidad. Si se redujera la velocidad de la luz a
términos manejables, se podrían contar fotones uno a uno como
perlas de un collar (puede que sea lo que hacen las plantas en la
fotosíntesis). De la misma manera, si se enlenteciera la vida,
también se podrían separar sus tiempos como escenas congeladas y lo
que es peor, manejarlas como se hace con el corta y pega de los
programas informáticos. Esa conjetura que a algunos les parecerá
demencial puede ser percibida con poco que se pare uno a pensar.
El
primer indicio de ello lo tuve cuando me di cuenta de que un amigo
manejaba conceptos que creía exclusivos míos. Pero la sorpresa se
tornó alarmante cuando noté que un fotograma extraño, procedente
de un tipo al que detesto, se había infiltrado en mi vida como si
fuera un componente más del sistema operativo. La primera conclusión
que he sacado de este tardío descubrimiento es que la originalidad
no existe y que al igual que los génes son una mezcla amasada
durante miles de millones de años, el pensamiento es una amalgama de
ideas que parecen propias, pero que proceden de la realidad
inteligible que diría Platón. Hechos todos con las mismas
moléculas, los seres vivos nos distinguimos por las proporciones y
nos diferenciamos por detalles de poca monta. “Pero,
si nos pincháis ¿no sangraremos? Si nos cosquilleáis ¿no nos
reímos? Si nos envenenáis ¿no nos morimos? Y si nos ultrajáis ¿no
nos vengaremos?”
Se preguntaba el mercader de Venecia cargado de razón.
De
ahí que esgrimir el libre albedrío sea como pretender hacer una
digestión distinta de la del resto de los comensales, imaginando que
se gestionan los jugos a voluntad. Lo único a lo que se puede
aspirar es a tomar cierta iniciativa sin dejarse arrastrar por la
corriente y saber entremezclar fotogramas ajenos para que pasen por
propios. Pero cada vez resulta más difícil la independencia
personal dando por perdida la colectiva. El peso muerto de la
incultura arrastra a las sociedades democráticas a niveles de
grosería cruda, sobre todo, cuando los políticos nos obligan a oír
sus discursos cuarteleros. La irrupción de la extrema derecha es
como si proyectaran películas de hace ochenta años forzándonos a
replantear asuntos que parecían superados. Da grima ver los temas de
debate en una sociedad donde la desigualdad avanza sin miramientos y
la corrupción sin complejos. Pero no está todo perdido.
Las
partículas elementales del Universo se han organizado siguiendo la
secuencia de aproximación, encuentro y entendimiento. El
entendimiento es un estado estacionario al que se llega por avenencia
o por repulsión. Un ejemplo paradigmático de estructura construida
por repulsión es la membrana celular que se mantiene estable gracias
a la incompatibilidad que existe entre el agua y el aceite. El
principal componente de los organismos vivos es el agua, pero la
evolución no ha sabido o no ha querido aislar a las células a base
de agua y sus afines. En cambio, consigue la estabilidad mezclando
(no disolviendo) moléculas de distinta polaridad que tienden a
repelerse, pero que han encontrado la manera de soportarse por el
bien del conjunto. En Andalucía estamos a punto de comprobar que el
interés particular se seguirá imponiendo al general, sin asumir la
regla de concordia que propició la vida. Los veo tirar de hemeroteca
para reponer películas de miedo que parecían veladas por el tiempo.
Lo malo es que los socialistas actúan de acomodadores.
CIRANO
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