AQUÍ ESTAMOS SIN SABER POR QUÉ



Pasados algunos milenios desde que surge la inteligencia, el hombre descubre que la vida carece de sentido, al menos individual, y le da por inventar la trascendencia. Al igual que en el Universo operan dos fuerzas (una que dispersa y otra que une) el intelecto se rige por tendencias contradictorias que han venido simplificándose hasta reducirse al bien y al mal. El telos griego es aquello en virtud de lo cual se hace algo. ¿Cuál es el telos de la vida? Quien lo sepa que lo diga. El ser no se elige, viene impuesto de forma aleatoria por la Naturaleza. Como cada individuo no es un ente aislado autosuficiente, necesita desarrollarse en comunidad. Ese es el punto de partida. Obligados a compartir con lo vivo un proceso que viene durando más de tres mil quinientos millones de años, el raciocinio plantea seguir el bien o adoptar el mal. ¿Cómo hay que vivir? Se preguntaba Platón.
El bien es todo aquello que contribuye al progreso de la vida y al bienestar de quienes la participan, suponiendo que sea miscible. Las nociones de justicia, derecho, deber etc., son acotaciones humanas dictadas para el buen concierto de la sociedad. Se adoptan por consenso en función de que se supone que conviene a todos y cada uno de sus miembros. Pero ¿existe alguna razón que justifique el sometimiento a las leyes? Si al final he de morir sin saber por qué he vivido ¿Qué principio general o moral avala que se haya de seguir la corrección social? No vale conformarse con la llamada interpretación de cuántica Copenhague: “Las cosas son así, aunque nuestra mente demasiado humana no sea capaz de abarcar un cuadro de todas las conexiones”. Se acepta, no obstante, el planteamiento epicúreo. Las leyes son imposiciones generales emanadas del convencimiento de que es mejor el orden que el desorden y que se cumple con un deber natural procurando que el planeta esté habitado por ocho mil millones de personas o que es positivo viajar en avión en lugar de desplazarse andando. El caso es que no es la razón la que dirige la vida (ella nos dice que lo que nos espera es mucho menos de lo que somos) sino la necesidad.
De la cual, se nutre la curiosidad y el instinto de superación. No se sabe hacia donde se va, pero se sigue avanzando porque la evolución no puede parar. Como parece ser que ese impulso imprime porvenir, no hay más remedio que seguir y someterse a normas organizativas generales que, al mismo tiempo, den aire de libertad personal. Porque, aparte de la dimensión social, la vida reclama el disfrute de su intimidad sin interferencias. Tampoco se sabe mucho de ese regodeo sentimental que dicen refleja otra de las potencias vitales.
Si el nacimiento fuera un acto consciente, algo así como un paso de aduana donde piden la documentación, nos podrían hacer las siguientes preguntas al abrir los ojos:
  • ¿Quién es usted?
  • Lo ignoro.
  • ¿Por qué ha venido aquí?
  • No lo sé.
  • ¿Cual es su destino?
  • Lo desconozco.
  • ¿Al menos sabrá en qué consiste estar vivo?
  • Pues tampoco lo sé.
  • Dado que cumple los requisitos de ignorancia supina necesarios para habitar la Tierra, se le permite acceder a la vida. Sométase al menos a la Prueba del Talón para evitar males mayores.
CIRANO

1 comentario:

  1. La lucidez no es fruto de la casualidad. Como la prueba del talón, procede de la reflexión, del esfuerzo, del compromiso.
    Es la lucidez creadora en continua tensión que vivifica.

    ResponderEliminar