La
contaminación aristotélica de que a lo complejo se llega por
combinación de lo simple, dificulta entender los orígenes del
Universo que no fueron, en ningún momento, ni simples ni sencillos.
Por el contrario, al principio fue el caos. La vida resultó ser la
herramienta necesaria para descifrar el caos. Su telos
es
el entendimiento, de lo que se deduce que la curiosidad intelectual
es señal de vitalidad.
La principal
dificultad que tiene el hombre para interpretar los orígenes de la
vida es su complejo de superioridad. Desde la altura que cree haber
alcanzado no vislumbra las circunstancias iniciales de su existencia
(en cambio es proclive a creer milagros creacionistas sin prueba
alguna). A la inteligencia de este organismo aeróbico (que respira
oxígeno) le cuesta entender la vida anaeróbica (sin oxígeno) de la
que surgió el oxígeno. Pero también muestra dificultad para
comprender cosas más sencillas, tales como la honradez.
La vida, que
es disciplina, puede reconocerse en los primeros escalones del orden;
es decir, en cuanto la materia incipiente inició el trabajo de
engarzar elementos para dar compuestos animados precipitó la
armonía, que es el premio del esfuerzo por entenderse. A pesar de
eso, desde que existe el concepto de civilización, la convivencia
viene ensayando el enfrentamiento antes que el concierto. Los
armisticios se acuerdan cuando la guerra ha cobrado su tributo. El
componente emocional ha tenido hasta ahora más peso en los asuntos
políticos que el racional. La discusión parlamentaria se parece más
a bravata de hinchas de fútbol que a razonamiento académico.
La evolución
no se guía por resultados a largo plazo, sino por logros inmediatos.
La ciencia con su infiltración antropocéntrica ha introducido la
idea de previsión y certeza. Pero es bien sabido que los buenos
propósitos influyen poco frente a resultados tangibles. La especie
humana sigue siendo impulsiva por los mismos motivos que las demás:
el dominio del medio a cualquier precio. La mala hierba no frena la
invasión del trigal por mucho que perjudique al labrador. Lo único
que le interesa es asegurar su expansión. Medir el éxito con
parámetros cuantitativos es propio de pragmáticos y codiciosos, dos
sólidos pilares evolutivos. Ven lo que está a la vista.
Cervantes hace
una interesante interpretación de la historia del rey Midas en Los
Trabajos de Persiles y Sigismunda al centrase en el secreto que
ocultaba la buena mano del monarca. Al rey Midas le habían concedido
el privilegio de convertir en oro lo que tocaba para disimular las
orejas de burro que tenía. Al mirar el brillo del prodigio se
desviaba la atención de las enormes orejas.
En la corte
del rey Midas había un servidor que, al ser el único que conocía
el asunto, vivía atormentado porque había jurado no decirlo a
nadie. No pudiendo aguantar la presión del silencio se fue a un
arrollo seco donde hizo un hoyo en el que enterró el secreto que
tanto le apremiaba. Cuando el otoño trajo la lluvia brotaron en el
lugar unas cañas que al ser movidas por el viento silbaban la
historia de las orejas de burro, con lo que todo el reino de Frigia
se enteró de las debilidades de su rey. A la Iglesia Católica se le
están viendo las orejas de la pederastia que disimulaba bajo
oropeles más mundanos que divinos. Falta por ver lo que tarda en
enseñar las suyas el capitalismo convencido de estar convirtiendo en
oro todo lo que toca.
CIRANO
Bravo amigo tienes una buena escritura, quien no lo quiera entender lo perderá. Ocultar el significado es útil para los perezosos.
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