La
hipótesis del Big-bang enunciada por el cura belga Georges Lemaître
en 1927 es una conjetura (por cierto, impropia de un creyente) porque
en el caso de que ocurriera no hay datos para saber si fue genuina o
derivada de otra singularidad más importante. Puede que solo sea
algo así como la chispa de un cañonazo de proporciones colosales.
No obstante, el razonamiento es elegante y atractivo como para que se
le tenga en cuenta. A mí me interesa desde el punto de vista
académico ya que ando detrás de encontrar la respuesta a las cuatro
preguntas de Kant, la primera de las cuales fue enunciada con la
seriedad que caracteriza al filósofo prusiano en los siguientes
términos:
- ¿qué puedo saber?, y de eso se trata. Porque si el origen de los datos que maneja la ciencia es falso, la realidad es que no puedo saber nada por mucho que crea conocer. Si resulta que aparece un Darwin que demuestra que no hubo Big-bang como el sabio inglés demostró que no hubo Paraíso, me encontraría perdido en el mundo de las ideas, lo único de lo que hay certeza que es etéreo. Para tener seguridad de saber algo habría que confirmar que el primer paso se dio en el sentido adecuado, pero de eso no hay constancia. Esto, no obstante, no invalida responder a la segunda cuestión:
- ¿qué debo hacer? Pues seguir investigando hasta encontrar la respuesta a la primera pregunta. Se sepa o no se sepa, lo que hay que hacer es continuar la búsqueda porque la indagación, estimulada por la curiosidad, es el principal aliciente de la inteligencia y como Kant daba por sentado que era un ser racional a pesar de su fe en lo abstruso, nunca dudó de su inteligencia. Por lo que se puede pasar a la tercera pregunta:
- ¿qué me cabe esperar?, depende. En el caso de que se supiera qué se maneja y se estuviera haciendo lo acertado, se podría esperar todo. Pero si resulta que no se sabe por dónde se anda y, encima, se avanza a tientas, es poco lo que se puede esperar. Con lo que se está en condiciones de contestar a la cuarta y última pregunta:
- ¿qué es el ser humano? Un misterio. Yo no tengo claro que sea un ser, dado que se sostiene gracias a una substancia llamada vida cuyo pasado no es aprehensible, cuyo futuro no existe y cuyo presente es inestable e incierto. Se trata por tanto de una figuración virtual de cuya función trascendente se tiene constancia solo por la descendencia que deja; lo que, al ser materia crítica de intimidad pura, mortificó bastante al casto varón Kant.
CIRANO

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