Siempre hemos deseado
desde esta ventana del Garrotín platicar sobre hechos de filosofía,
aunque sea de filosofía barata, pero necesariamente tenemos que
salir a la palestra para opinar sobre hechos cotidianos, que nosotros
los ciudadanos no llegamos a comprender y que nos produce confusión
y desasosiego.
Los que dictan las normas
de comportamiento de nuestras vidas, con bastante frecuencia yerran y
en otras ocasiones manipulan para su supuesto y particular interés.
Así pues, aprovechando que la sensibilidad la tenemos a flor de piel
por la muerte del niño Gabriel, se crea y saca a entendederas la
vieja disquisición sobre el castigo que se debe dar a los que
cometen delito , sea de la gravedad que sea. El delito debe ser
consensuado por la sociedad y una vez aceptado, regulado por la
judicatura. Que significa regulado, la aplicación de los margenes
que debe tener en cada tipo de delito, siempre y cuando no exista
mediatización tanto política como de venganza. Aplicar el poder o
la interpretación judicial para limitar los derechos de los
ciudadanos no deja de ser un abuso y acoso de las libertades. Y en la
misma manera las condenas se aplican para la remisión y
rehabilitación del condenado y no en exclusiva para la aplicación
de un castigo. Por eso digo que existen bastantes cosas por hacer,
una la necesaria independencia del poder judicial, saber separar las
consensuadas normas del comportamiento del ciudadano aprobadas por
nuestra Constitución , de las particulares maneras de analizar la
visión de los miembros de la Judicatura, controlado por un
organismo independiente. Analizar para modificar y definir nuevos
aspectos del contenido de la Constitución, para adecuarlas a los
nuevos tiempos y necesidades de los ciudadanos. Buscar soluciones
para los delitos que no han conseguido rehabilitarse después de el
periodo máximo de condena de treinta años, bajo el control y
responsabilidad de los Servicios de Vigilancia penitenciaria. Por
último un Consejo del Poder Judicial rigurosamente independiente que
vigile la prevaricación que se pueda dar en los ámbitos judiciales.
Quiero que en realidad se
entienda que esta es la visión que se da desde una plataforma
pública y no profesionalizada, pero que considera que la ciudadanía
debe participar dando su opinión aunque no sea profesionalizada,
pero si absolutamente consensuada.
INDALESIO 21/02/2018
Cada uno se mira así mismo desde dentro y desde fuera. El artista, dijo Nietzsche, tiene que desprenderse del yo para alcanzar la maestría. Al filósofo, la objetividad se le supone, por lo que abaratar el razonamiento es murmurar. Que no se entienda otra cosa del parloteo que nos traemos en El Garrotín con el que se intenta cumplir el compromiso del que habla Indalesio. Esto es filosofeo, no filosofía. Se trata de saber si el homo sapiens es animal disperso o gregario. Si resultara esto último, mucho estamos tardando en acabar con el individualismo, (no por rebeldía sino por necesidad).
ResponderEliminarEso resulta apropiado para este país, que se adecue al Gregarismo, sino mal camino llevamos.
ResponderEliminarYa que perdimos los aromas de la revolución burguesa, ahora TODOS deberíamos confluir en cambiar las miradas hacia lo gregario, eso.
Veo que coincidimos. El mayor enemigo del poder siempre ha sido el conocimiento, penalizado desde que alumbró la inteligencia; es el pecado original y el miedo original a descubrir los secretos de la Naturaleza: Prometeo castigado por darle el fuego a los hombres. La defensa es educar, enseñar. Los primeros gremios del saber fueron las Academias, reuniones gregarias donde los maestros enseñaban a los discípulos sobre los límites de su ignorancia. Para acceder al saber se necesita humildad y una cierta inteligencia con la que entender la distribución del talento.
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