AQUELLOS ROJOS . Cuadro 8




A la vanidad le pasa lo que a la bulimia, vomita lo poco que tiene para hacer sitio al alimento que se rechaza. En ambos casos se establece una relación asintótica entre deseo y satisfacción. Caperucito Rojo necesita enanos que le canten el ay ho, ay ho al verlo sin darse cuenta de que eso pertenece a otra historia. Es el típico personaje que cada mañana, antes de salir de casa se dice que pudiendo quedar mal para que va a quedar bien. Así que se atusa la media barba, se pertrecha de mala sombra, ensaya la sonrisa mecánica y empieza a compararse con los demás. Buscando industrias con las que destacar se dio cuenta de que la estadística era una herramienta útil para el trapicheo y que la investigación podía satisfacer su retórica porque lo aleatorio permite un lenguaje donde los conceptos se diluyen.
Por mucho que nos detestemos a nosotros mismos en algún momento nos mostramos indulgentes hasta compadecernos. Por lo mismo, quienes se gustan tienen también momentos de debilidad en los que se desprecian. Sin embargo los hay tan engreídos que solo se miran desde el perfil bueno. Caperucito cuando se disfraza de rojo escoge la tonalidad más suave para que parezca que está allí de paso porque lo suyo es epatar. Lo mismo le ocurre con sus conocimientos: emplea frases inciertas que pueden terminar de una manera y de la contraria. Por eso le gusta la estadística y por eso se dedicó a la supuración interna. Su metafísica le lleva a percibir que más allá de la amistad, bordeando la traición, se abre el páramo de la maldad y lamenta no haber sido el leñador al que encargó la madrastra traer el corazón de Caperucita. Porque no puede evitar la envidia ni esperar a que el sicario resuelva sus dudas, le saben a poco los talentos que le tocaron en suerte. Porque al preguntar al espejo mantiene la esperanza de recibir la respuesta que lo tranquilice, cultiva la adulación con verbo espeso como el vómito bulímico.
Encontró un filón en publicaciones noria repitiendo versiones idénticas con títulos equívocos que inducen a pensar que traen algo distinto a lo del cangilón anterior. Pero como todos los tramposos, sabe que más allá de la camarilla la comunidad científica lo tiene en poco, la ciencia no lo valora y que lo mejor que hizo su hospital fue jubilarlo. Es proverbial el servilismo que despliega para situarse. También es singular la ira que le abrasa cuando se cuestiona su valía. Ahí se ve la verdadera dimensión de su ego, ahí se remueve el Eclesiastés: vanidad de vanidades, dijo el Predicador, y todo vanidad. La vanidad es una forma de llegar a necio dando un rodeo acaba de decir Eduardo Mendoza en el discurso de aceptación del Premio Cervantes y estoy con él en que la ficción no trata de hechos sino de la vida. Por su parte Miguel Carreño, escritor aficionado y clandestino como yo, piensa que la vanidad es la hermana pobre de la inteligencia aproximación que me convence más que la del laureado.

CIRANO

2 comentarios:

  1. magnífico retrato en su forma, polémico en su fondo "sabateriano"

    ResponderEliminar
  2. Espíritu sin nombre,
    indefinible esencia,
    yo vivo con la vida
    sin formas de la idea.
    ***
    Yo soy el invisible
    anillo que sujeta
    el mundo de la forma
    al mundo de la idea.

    Yo en fin soy ese espíritu,
    desconocida esencia,
    perfume misterioso
    de que es vaso el poeta.

    ResponderEliminar