Quizás
se pueda decir que su estatura era media o quizás estándar, pelo
rubiales y algo rizado. Ojos claros de mirada muy expresiva e
interrogante, y andares peculiares de mucha decisión. Sabía que era
un rojo, de esos que se crían en el campo de Gibraltar, y muy
comprometido en asuntos sociales e incluso personales. Era casado y
separado sin hijos, novia de poca valía pero entregada a su amado
amante, siempre juntos y bisbiseando por compromisos personales. Le
eché el ojo y pensé que podría servir para la causa, pasé su
nombre y localización y al poco le hablaron, era útil y de recia
formación y carácter. Juntos pusimos en marcha la plataforma para
la defensa de los trabajadores del Gran Hospital. En poco tiempo
estábamos presentes en todo los tajos, aunque menos en los
profesionales sanitarios que optaron por sindicatos gremiales. El
demostraba mucho interés sobre todo en aspectos teóricos y en sus
términos más radicales, tanto que se ufanaba de su radicalismo
Stalinista y en verdad lo era, tanto que lo aplicaba en su vida
personal. Una tarde que habíamos quedado para resolver algunos
aspectos de un supuesta huelga contra el dictador, me encontré con
su compañera en su domicilio llorando. Habían discutido y se habían
pasado en los calificativos, tanto que el le pidió la nulidad de su
relación. Aquello acabó como el rosario de la aurora, no fue
posible la re conciliación y se les veía que ambos habían sufrido
mucho, pero el no daba su brazo a torcer y su postura era inflexible.
Desde esos momentos las reuniones en la célula contaban con su
presencia pero con una actitud diletante que hacían insufrible sus
opiniones. Tanto que comenzó a repercutir sus actitudes y
posicionamientos en el trabajo muy exigente que desempeñaba, y su
igualmente intolerante jefe le pidió se fuera del tajo.
No
quiso aceptar ayuda para frenar el posible traslado fuera de la
provincia y aunque su jefe era poderoso, podíamos negociar algún
intercambio. Hizo su equipaje y sin despedirse de nadie se fue con
viento fresco a su lugar de origen. Le busqué por un asunto
pendiente y no le encontré, incluso removí cielos y tierras pero
fue inútil, me comentaron que después de algún tiempo de trabajo
en su tierra se había ido a la guerrilla colombiana, pero nadie
sabía nada de él. Su compañera se fue del Hospital y en la misma
fecha desapareció sin dejar rastro.
Los
busqué porque ayudaron mucho en mejorar los conocimientos de salud,
ayudaron igualmente en desarrollar la conciencia de clase y en
defender lo que siempre creímos eran los intereses de la sociedad
más necesitada.
Nunca
supe nada de ellos, ni incluso ahora que es difícil no caer en las
redes de búsqueda. Solo quería saber de sus vidas y agradecerles su
amistad. INDALESIO Febrero 2017
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