Se
enganchó a la pechera de su chaqueta cuando quedó huérfano, le
zarandeó y le pidió que cuidara de él. Nunca le falló.
Quizás
al protegerle tanto le lastimó, quizás le ausentó la ambición
necesaria para progresar, quién sabe. Pero algo es cierto, siempre
hasta su muerte estuvo con él, siempre siguió sus consejos y
siempre continuó sus enseñanzas. Alguna vez le criticó alguna
indicación clínica, era tan cuidadoso y tenía tanto miedo a hacer
daño que mantuvo siempre una prudente y razonable capacidad de hacer
indicaciones no nocivas y de poco margen al error. Una de las sus
muchas virtudes, de difícil reproducción, era su implicación en
cada proceso que asumía, era tan exhaustivo en sus explicaciones que
cada paciente se convertía en su amigo para toda la vida . Si
aparecía alguna complicación, a la vez que sabía organizar su
solución , se acercaba a la parte personal del paciente, produciendo
un efecto balsámico y sedante que aumentaba la confianza en su
médico salvador.
Jamás
tuvo pereza en empezar y terminar el trabajo de la salud de los
demás, y cuando ya habían pasado años y se tenía que ayudar del
recio hombro de su lazarillo, caminaba con pasos largos y la cara
sonriente. Muy pocas veces se dejaba llevar por alguna de sus
pasiones, la reparación de un coche viejo o hacer un estofado para
sus hijos en el día que le dedicaba, el domingo.
Asumió
la máxima responsabilidad durante tres años y consiguió aunar los
conocimientos del colectivo para que fuera más operativo, pero nunca
fue impositivo y siempre apoyo a los que le necesitábamos. Con
frecuencia se le veía con paso ligero y un manojo de papeles bajo el
brazo, yendo de un lugar a otro allí donde se le necesitaba. ¿Como
conseguía tener tiempo para dar información a todo el que lo
necesitaba, fuera enfermo o familiar de compañero? A veces le
recogía pasadas las cuatro de la tarde para comer algún alimento
antes de continuar su actividad, y siempre con gesto alegre porque
como bien decía, le encantaba su profesión.
Cuando
nos enteramos que le habían convocado en Madrid nos temimos lo peor,
demasiados intereses y ambiciones jugaban un papel relevante, y así
fue, le cambiaron por un aficionado a los toros con muchas
agarraderas.
Con
la misma entrega se fue allí donde le querían y continuó una larga
y fructífera carrera basada en el cariño y sentido común hacia el
enfermo que le necesitaba .
INDALESIO
Es posible que exista un perfil tan bondadoso en la sanidad pública? Seguro, porque a mi me curó una osteomielitis y aún arrastro la que fue mi podrida pierna, y además conseguí una amistad que perdura hasta nuestros días, aunque él este ausente. Cada mañana cuando me levanto y me miro la pierna tengo un recuerdo para un buen médico y una mejor persona. Hasta pronto amigo
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