He trabajado cuarenta y
cinco años en la Sanidad, sin contar los años de preparación y
conocimiento. He sido un profesional comprometido con la defensa de
salud pública, y en muchas ocasiones di la cara para defender
criterios avanzados de compromiso de sanidad pública. No solo me
comprometí a nivel teórico sino que colaboré en poner en marcha
novedades de gestión sanitaria, y he de decir que con mayor interés
que incluso los gestores. Cuando traspasé y coroné la provecta edad
de los sesenta años, implementé mi capacidad de crítica y me
enfrenté con el sistema, entonces me di cuenta que los que habían
desarrollado la teoría de función pública sanitaria les habían
eliminado y habían sido sustituido por gestores que para nada saben
de sanidad, solo de eficiencia y efectividad, obsoleta y pobre teoría
economicísta.
Se comenzó con los
trabajos y normas por objetivos, y se premiaba al que aceptaba las
reglas impuestas y para nada razonada. No se ha aprendido de la
experiencia y desarrollo de las Unidades Clínicas de Gestión que a
muchos nos parecía errónea, en especial su desarrollo y utilización
torticera como herramienta de coacción. El enfrentamiento se agudizó
y como muchos otros, terminó perjudicando al débil de la cadena, el
paciente, que tenia que hacer juegos malabares para acceder a los
recursos más costosos y necesarios. Así consiguieron ahorrar dos
mil millones cada año y empeorar la calidad de la sanidad,
coincidiendo además con la masiva jubilación de las generaciones
del principio de los años setenta.
Y entonces me llegó la
jubilación y desconecté, y vaya si desconecté. Libros atrasados,
necesidad imperiosa de escribir, aunque sean de fea construcción
literaria, recuperar un tono físico que me animara y un sin fin de
atrasos y causas pendientes que ocuparon mi tiempo y mis ilusiones.
Y ahora me dio por
escribir algunas notas sobre la evolución de nuestra sanidad y me
encontré con que nada sabía y ninguna información de interés le
llegaba a mis entendederas. Busqué y solo encontré un articulo de
gran valía de la Dra. Muñoz que me resulto de bastante interés,
donde con timidez analizaba los muchos desastres que se están
cometiendo y por donde se puede dirigir nuestra maltrecha sanidad.
La salud es un logro que
ha permitido mejorar la calidad de vida, reducir la mortalidad
infantil y desarrollar medicamentos que permitiera un tratamiento más
extenso y adecuado. Pero esos personajes que ocultos dirigen el
cuerpo teórico sobre la salud, están logrando enmudecer hasta los
rebeldes jubilados y ya pocos saben por que derroteros se encamina
nuestra maltrecha sanidad. Pero advierto, no solo es en nuestra
Andalucía, se ha extendido a todos los lugares de este nuestro
fragmentado país y ya es moneda de cambio para la sanidad nacional,
tan alabada en los años anteriores.
INDALESIO OCTUBRE 2016

Yo habiendo sido solo un usuario más, he podido disfrutar de los buenos usos de la sanidad pública. Ahora el capitalismo que es capaz de digerir los beneficios que el pueblo ha entregado descapitaliza su contenido y lo pone a pública subasta. Y así una vez y otra.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con el señor Cué sin eludir la autocrítica. El único grito de alarma que se ha dado contra la globalización (libertad absoluta) lo lanzó Dostoievski cuando dijo aquello de que si Dios no existe todo está permitido. La izquierda mundial, mucho menos lúcida que el escritor ruso, se alegró cuando se desplomó la Unión Soviética sin darse cuenta de que era entonces cuando todo iba a estar permitido. Esperar que a estas alturas se modere el afán depredador del capitalismo es pedir peras al olmo. La salud decaída de su condición de derecho fundamental y convertida en producto de consumo se las tiene que ventilar en el mercado. Tenemos ejemplos cercanos de lo que se puede hacer con la externalización de servicios sanitarios como las ambulancias a los que previamente se convierte en unidades de gestión. Si se privatizó RENFE, CAMPA, telefónica, el agua o las basuras ¿por qué no se va a privatizar el SAS? Es evidente que el mensaje de la izquierda no cala en la población como lo demuestra que una sociedad cada vez más empobrecida sigue votando a quienes ahondan la desigualdad. En un momento de la historia Europa se dio cuenta de que la Iglesia Católica no tenía capacidad para resolver sus problemas y le dio la espalda. Eso es lo que pasa ahora con la socialdemocracia a la que tampoco se le ve recambio.
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