Será porque en la
física no cabe lo infinito y en la filosofía sí por lo que los
filósofos buscan sentido a la vida mientras que los físicos se
conforman con saber cómo funciona. De ahí que los físicos sepan
más pormenores de la vida que los filósofos que se cuelgan el
cartel de entendidos. La vida es un proceso físico que al contrario
de las máquinas que construye el hombre no tiene finalidad
acreditada. La vida es. Estudiando la base molecular de la vida los
bioquímicos han deducido que resulta de un proceso evolutivo
sometido a las leyes de la física. Se puede aceptar que la capacidad
de reflexión del sistema nervioso lo convierte en algo especial
siempre que se atenga a supuestos tangibles. Parece que el destino de
la vida depende de sucesos aleatorios que es como decir
inescrutables. Pero aunque la ciencia no controle los hechos
naturales que investiga posee recursos para predecir hasta cierto
punto el futuro.
Cuando
se trata de lo colectivo es todavía más difícil deducir su
propósito, aunque si se estudia su huella se puede intuir hacia
donde va. El mundo, al igual que la vida, es. Su destino cosmológico
se desconoce por completo aunque se haya calculado el tiempo que
tardará en desaparecer. En este punto conviene aclarar que no se
sabe ni lo que es el tiempo ni lo que es la vida. Desde el
conocimiento que se tiene sobre el por qué y el para qué de
existir, solo cabe concluir que lo que quiera que sea (vida,
sociedad, mundo) merece ser feliz entendiendo por feliz tener la
posibilidad de stiasfacer expectativas sensatas. Para conseguirlo se
necesita la colaboración de todos ya que el boceto humano es
colectivo y no individual. Uno a uno son mortales, pero en
conjunto son eternos, decía Apuleyo.
Con
los datos que aporta la historia se puede defender que si el
capitalismo respetara las leyes y un par de principios básicos, a
saber, no robar y no abusar del más débil, o sea aceptar con
honestidad las reglas de la convivencia, se alcanzaría el estado
socialista que es la siguiente etapa de la evolución de una especie
que aspira al mayor bienestar posible. Lo que sucedió en la URSS no
fue socialismo puesto que no fue honrado. Es significativo y de
agradecer que los antiguos partidos socialistas europeos se llamen
ahora socialdemócratas. La renuncia a sus principios quizás sea la
causa de la decadencia que sufren porque se intuye que el futuro no
puede ser liberalismo salvaje. Al igual que sucedió en la Edad Media
con la estrechez de la Escolástica existen otras dimensiones fuera
de la caja del capital y para demostrarlo solo hace falta probar que
se mueve.
Una
argumento que se utiliza para defender el acierto de la política que
ha aplicado la humanidad de manera global es resaltar los avances
técnicos y las mejoras en cantidad y calidad de vida. Está claro
que en este sentido la civilización avanza a pesar de los costes de
sufrimiento particular que no se contabilizan. Pero, ¿existe algún
método para medir la deriva del egoísmo? ¿El aumento de libertad
(arbitrariedad) es compatible con sacrificios colectivos a los que
obligan los códigos sociales? ¿Es el egoísmo el alimento del
progreso o estas dos fuerzas son antagónicas?
Si se compara el
comportamiento de los mandatarios que aparecen en las obras de
Shakespeare con los actuales es evidente que el sistema democrático
impone rendir cuentas y reprime el despotismo de los dirigentes al
tener que someter el capricho personal a la sensibilidad social. Por
lo tanto la civilización avanza gracias a los logros científicos y
a la conciencia social como contrapeso del egoísmo. El camino del
futuro viene marcado por la racionalización y lo contrario al
egoísmo que podría ser el altruismo. La especie progresa a base de
honradez por mucho que les pese a
algunos.
A pesar de que esa
tendencia parece indiscutible, la velocidad a la que se avanza no es
fácil de modificar porque la evolución impone su tempo. Los
procesos sociales son lentos principalmente por la oposición que
ofrecen los colectivos que más se van a beneficiar de ellos. Aunque
no conozco los pormenores parece que quienes más han obstaculizado
la reforma sanitaria de Obama, además de la industria farmacéutica,
han sido los pobres, identificando con este término a los
incultos sociales, el vulgo en el sentido que Don Quijote aclara al
Caballero del Verde Gabán. Por eso habría que insistir que el
camino para animar el progreso es la educación y el respeto de lo
colectivo. Si los términos de bienestar se refieren a poblaciones y
no a élites, hay que incidir sobre los sectores más necesitados de
salud y educación, si es que la educación no es un componente de la
salud. Pero sobre todo habría que contar con inteligencias capaces
de aglutinar el pensamiento colectivo que parece ir a la deriva. Se
necesita el liderazgo de los mejores o como defendía Shakespeare que
los poderosos se esfuercen en ser los mejores.
La superioridad moral es
la resultante de los elementos que componen la personalidad.
Shakespeare dota a Felipe el Bastardo en La vida y la muerte del
rey Juan del vigor e inteligencia de
los que adolece el rey Juan sin Tierra al que se permite amonestar:
“Sed grande en actos como habéis sido grande en intenciones;
que el mundo no vea el miedo y la triste desconfianza gobernar la
expresión de una mirada real. Temed el horror de la hora presente;
sed fuego con el fuego; amenazad al que amenaza, y sostened la mirada
dura que intenta intimidaros; entonces los inferiores, que calcan su
conducta sobre la de los grandes, se convertirán en grandes a
ejemplo vuestro, y se armarán de un espíritu indomable de
resolución”.
No sé hasta qué punto
Shakespeare ironiza al insinuar que los súbditos deberían imitar a
un rey fullero, belicoso y promiscuo, pero ahora resulta difícil
tomar como modelo o como referente ético a algún político. No
obstante, comparando la autonomía del Enrique VIII con la de Isabel
II se ve que las cosas han mejorado aunque no hasta el punto de
erradicar la desigualdad. El progreso lleva la marca de los mejores
pero arrastra el peso muerto de una sociedad tanto más espesa cuanto
más cómoda la vuelve los adelantos científicos. Poner a los
mejores en el gobierno fue una idea de Platón que no acaba de cuajar
a pesar de que “eppur si muove”.

No hay comentarios:
Publicar un comentario