VOTAR O NO VOTAR





La ideología es la partitura de la visceralidad, incluso, puede que también sea la sinfonía y la orquesta. La ideología dirige el timón de la empatía, es la sustancia con la que se sintetiza la secreción interna y, sobre todo, la externa. Desde la ideología se ama y se odia, se mata y se perdona. Viene a ser el eje de la personalidad. Con la ideología se educa y se juzga. Cada cual se comporta como le dicta su ideología que madura con el individuo. Los que afirman que de jóvenes eran una cosa y de mayores otra, puede que en realidad, sean transvestidos ideológicos que tardan en reconocerse y van o han ido disfrazados. La ideología determina el color de la papeleta. Aunque tenga que votar nombres no me seducen los personajes que litigan por los escaños. Ejerceré mi derecho por responsabilidad, por la que no han tenido los profesionales de la política, ya que en esta ocasión aunque el cuerpo pide escurrir el bulto como hacen ellos, el dilema es votar o no votar.
Tener ideología no implica, necesariamente, tener capacidad de razonar. Más bien parece lo contrario. Cuanto más arraigada está la ideología menos materia gris maneja el que la sostiene. Como los ciudadanos estamos acostumbrados a que nos engañen, los gestos funcionan como argumento. Quitar a los pobres para dar a los ricos no le va a restar votos al PP en los barrios de lujo ni en los suburbios. La defensa de lo privado gusta al que tiene mucho y al que tiene poco porque el egoísmo es instinto de supervivencia. Lo peligroso es confundir caridad con solidaridad y limosna con derechos sociales.
Tengo la impresión de que esto ya lo he escrito antes o al menos lo he pensado. La duda vuelve a ser votar o no votar. Como no se discuten programas y aunque se discutan se supone que no los van a cumplir, será difícil elegir la opción que mejor defienda a una sociedad maltratada por un sistema de elección con el que no estoy de acuerdo. No me parece serio obligarnos a repetir la farsa seis meses después de movilizarnos para que cumpliéramos nuestra parte. No se trata de una segunda vuelta, se trata de repetir la elecciones porque no han sido capaces de anteponer los intereses generales a los de su grupo y no merecen ni ser oídos ni ser creídos. Pero hay que votar. Hay que votar porque un segmento importante del censo, identificado con el régimen del que no se sabe si se ha salido del todo, vota con la disciplina del creyente.
Viendo la suciedad de las calles, el hablar a gritos, la sensibilidad cultural de los medios, la falta de delicadeza de quien sube una lata llena de bebida a un monte y es incapaz de bajarla vacía a la papelera, no debería extrañar el pelaje de quienes se ofrecen a dirigirnos como representantes de ese pueblo que entiende que la corrupción va en la idiosincrasia del país. Me malicio que los candidatos van a dedicar más tiempo a descalificar al adversario que a explicar programas sociales, pero hay que votar por necesidad y sin la mala bilis que escupen los aspirantes a señorías en las campañas.

CIRANO

4 comentarios:

  1. La democracia es tan imperfecta, que solo y en exclusiva nos quieren para votar, y si votan pocos mejor, así se divide por menos. Pero seguro que este pueblo nuestro a pesar de las latas en el campo, sera consciente de que al maligno se tiene que derrotar y si es posible con sus mismas armas amañadas.

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    1. Esa fe en el pueblo, propia del comunismo, me recuerda que en el organismo funcionan dos sistemas tampón encargados de mantener la “acidez” dentro de los límites de la normalidad. Uno especializado en neutralizar ácidos y otro que sabe cómo neutralizar álcalis. En sociedad deberían funcionar también dos sistemas para mantener la normalidad: uno para controlar el impulso revolucionario y otro para evitar la tiranía del dinero, pero la democracia solo tiene capacidad para neutralizar desviaciones revolucionarias y no para evitar los abusos del capitalismo. Esa es la imperfección que apunta Cué y que un pueblo cada vez menos sabio no es capaz de compensar.

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  2. Si es verdad que aveces los pueblos se distraen y olvidan defender sus intereses, fruto de las muchas herramientas que le hacen distraerse, pero cuando despierta, aunque sea por unos momentos y sin dirección política, les hace desarrollar el socialismo en un solo país. Observar, seguro que se aprecía.

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  3. Claro que los de las latas no remiten a un pueblo cafre, pero, afortunadamente, cabe los cafres existe mucha gente sensible , concienciada, revolucionaria que palpita periódicamente y a esos es a los que hay que apoyar- a mi entender-, a pesar de Bruselas y sus muchos tanteos y acomodos de novatos: ¡viva Unidos Podemos!

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