Los catalanes siempre me han caído
bien a pesar, o quizás por, el airecillo de superioridad con el que
trataban a sus compatriotas. Los veía un pelo más avanzados que el
resto de los íberos y, al ser frontera europea, me parecían más
metidos en la modernidad. Aplicando a España el modelo campana con
el badajo colgado de Madrid para golpear a la periferia como si
tañera maitines, cuando el toque de arrebato sonaba en Cataluña era
señal de que a la vuelta golpearía Andalucía y viceversa: cuando
las cosas se ponían feas en el sur la gente metía cuatro trapos en
la maleta de cartón y se iba a Barcelona. Por el efecto péndulo
Cataluña era la segunda Andalucía y yo era del Barsa de las copas
de ferias por sus relaciones con el exterior.
Pero resulta que, como dijo el
maestro, por sus obras los conoceréis; a los amigos y a los enemigos
y ese pelo de diferencia que creía reconocer en los catalanes se ha
quedado en nada: las mismas mentiras, las mismas trampas, la misma
racanería que el resto de los peninsulares y el poco lustre de sus
personajes que no tienen nada que enseñar.
Dicen que Puigdemont (Monte del monte
o más de lo mismo) va a dar la sorpresa pero no creo que sea la de
la corrupción porque como el valor en la mili se le supone; ni la de
la independencia a la que no se atreve. La verdadera sorpresa la va a
dar cuando en un descuido se le suelte el peluquín y muestre que
tiene lo mismo a ambos lados del cráneo: falta de enjambre capilar
por fuera y falta de enjundia intelectual por dentro. Lo que oferta
cualquier político de esta tierra que no da para más.
CIRANO
De acuerdo querido Cirano, pero a lo mejor no es un peluquín son siembras de pelambrera como uno de los Jefes de Acuamed. Mola mucho más. Abrazos sin despeinarse.
ResponderEliminarApasionante momento el que vivimos, aunque queda algo por evolucionar, la visión y los miedos de las nuevas maneras, cuesta mucho trabajo y más para los viejos. Seamos generosos
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