El economista francés Thomas Piketty acaba de publicar un libro, nada amable con el liberalismo, en el que defiende que el fracaso de la economía para resolver los problemas reales, como el desempleo o la falta de financiación del Estado del bienestar, se debe a la desigualdad que crea el capitalismo actual. Según Joaquín Estefanía Piketty sostiene que mientras los rendimientos del capital aumenten más que el crecimiento económico de un país se incrementará la desigualdad.
Por mucho que parezcan incompatibles, los fenómenos sociales y los físicos están sometidos a las mismas leyes de la naturaleza. Por eso, quizás pueda resultar provechosa su comparación, sobre todo ahora, que la matemática financiera, amparada por la política, maneja a su antojo la sociedad. La física y la economía se rigen por principios muy simples que se complican al formar parte de sistemas complejos. Controlar la energía para producir trabajo puede equipararse a utilizar al hombre para generar riqueza. Ambos sucesos responden a modelos físicos reales, no imaginarios.
La única manera que hay en el universo de obtener energía manejable (útil) es mediante la explotación de gradientes. Un gradiente es la diferencia de valor que se establece entre dos puntos de una magnitud variable. El ejemplo más utilizado para explicar lo que es un gradiente es un salto de agua. La energía cinética de la corriente puede ser aprovechada para mover una turbina que la convierta en energía eléctrica. La rentabilidad de la turbina será proporcional a la diferencia (gradiente) entre la altura superior y la inferior de la caída. Cuanto mayor sea el salto de agua, mayor será la capacidad de generar energía eléctrica por parte de la central transformadora. Pero esto hasta un límite, superado el cual no solo lo hace ineficaz sino que causa una perturbación que arruina el proceso. Si es esto lo que quiere decir Piketty, estoy de acuerdo.
Esta tesis matiza el materialismo histórico estableciendo, por una parte, el límite asumible de la diferencia de clases y, por otra, planteando que sin esa diferencia no es posible la creación de riqueza. En un plácido valle no se puede construir una central eléctrica porque no hay gradiente suficiente, pero tampoco en la vorágine de unas cataratas porque el gradiente es excesivo.
Como mientras no se consiga industrializar la procreación humana a nivel mundial, se mantendrá la distribución aleatoria del talento, belleza, maldad etc. y las diferencias entre las personas seguirán siendo tangibles, lo justo e inteligente, en un régimen democrático, sería adecuar un plan que permitiera a todos los individuos acceder al conocimiento en igualdad y libertad. Si todos los ciudadanos recibieran una educación idónea durante la infancia y juventud y pudieran competir en paridad por un puesto de trabajo, se alcanzaría el estado social en base a mérito y capacidad. Una sociedad instruida tendría criterio para establecer el límite de seguridad de las desigualdades, asegurando la eficiencia del sistema sin poner en riesgo su estabilidad.
CIRANO
En los limites de la desigualdad nos encontramos muchos. Si por desgracia estamos al margen, pero porque nos han puesto allí, y no por propia voluntad.
ResponderEliminarAhora solo esperar las luchas de clases, porque habrá ? o bien esperar a que arrastremos a la miseria a todos los ciudadanos.
Solo existe algo que ellos envidian y es su falta del conocimiento, porque entre los prestamistas y los aforados, para que quieren saber?