Propone que las
personas desalentadas de manera coyuntural, ahora, por la crisis o quizás, fatigadas
por desgana existencial de siempre, son las mismas que nunca han dado palo al
agua; esas que se conforman con ser sujetos pasivos del drama o de la comedia
de la vida. Si se revisa su currículo no se encuentra nada creativo ni, por
supuesto, heroico. Son los que no arriesgan jamás y lo único que aportan a la
comunidad es el rácano cumplimiento de sus obligaciones laborales. Si alguna
vez se han movilizado, revueltos entre la manada, ha sido en defensa de sus
intereses más prosaicos. Su activación no procede de la generación de ideas
nacidas de la reflexión, sino de la seducción por el eslogan. Este dibujo, que
refleja la normalidad, es la base en la que se asienta la cosa pública y eso lo
saben los partidos. Constituye el relleno amorfo del pastel que alimenta a los
poderosos. No dan sabor al guiso pero hinchan la masa como la levadura. Son
espectadores que no les importan los argumentos de la obra sino el colorido del
decorado. Lo que parece estar claro es que esa mayoría timorata tiende al
conservadurismo y juega a la defensiva tratando de no perder. Un corte
transversal de la sociedad mostraría la gran diversidad de su composición:
desde la incultura más cruda a la erudición más elaborada, desde la rendida
pobreza a la arrogante riqueza. La inquietud intelectual no se refleja en las
cuentas corrientes ni en los estantes de las bibliotecas que se manejan, es una
señal de incomodidad a la que se llega por ósmosis social, por empatía de
solidaridad, por algo que se ha venido respirando desde que se tiene uso de
razón, y eso alcanza a pocos.
Lo que va a
acabar siendo uno empieza a percibirse hacia la mitad de la vida (de hecho ese
acontecimiento divide la existencia en dos mitades) porque es entonces cuando
se decide si serás capaz de conducirte según tus convicciones o si tendrás que
acomodarte a otras. De esa inflexión nacerá una personalidad creativa que
llevará a fracasar, o conformista que reportará ese sucedáneo
de triunfo que es la resignación, el convencionalismo, el entreverarse en la
normalidad e, incluso, en la vulgaridad. Hay que recordar que las grandes obras
arquitectónicas que tanto nos asombran, por ejemplo La Alhambra (cuya belleza
nace de haberse hecho por amor), se levantaron piedra a piedra con la paciencia
del calculo minucioso, con la esperanza de la seguridad de la reflexión,
conformando un todo acompasado, paciente, preciso, como debe construirse uno a
si mismo en cualquier tiempo, a cualquier edad, en cualquier circunstancia.
CIRANO
Se me fué al limbo el comentario.
ResponderEliminarPues nada, que lo has bordao es lo que te decía, y te invitaba a ver lo que estamos montando: http://asociacionhbuci.wordpress.com/. Léete el preámbulo de los estatutos. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarLo he leído y me gusta. Creo que eso es lo que hay que hacer. Si en algo puedo ayudar aquí está mi hombro. Ya lo dijo Ortega en su famoso discurso Delenda es Monarchía poco antes del advenimiento de la penúltima República:
ResponderEliminar“Y como es irremediablemente un error, somos nosotros, y no el Régimen mismo; nosotros gente de la calle, de tres al cuarto y nada revolucionarios, quienes tenemos que decir a nuestro conciudadanos: ¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo!”
http://movimientodeshacer.wordpress.com/ y por aquí seguiremos hasta montar un "gobierno en la sombra".
ResponderEliminar