¡Con cuantas ilusiones debí nacer, para poder perder una cada día!. Esto escribió el filósofo que apostataba de la filosofía, tornándose poeta. Porque la poesía es tristeza, es desilusión, es dolor. Todo maquillado con las bellas palabras. Si acaso alguna vez la felicidad es conseguida, entonces ya no hay tiempo ni espacio para la poesía,... y si osáramos hacerla posiblemente sería ridícula, cuando no un desafío a todas esas almas desoladas.
Otro filósofo, de provincias, decía que la filosofía se acuesta más a la poesía que a la ciencia. Es la filosofía del apasionado, de aquel que quiere que las cosas sean como él desea.
Así ha sido siempre. El hombre ha alcanzado unas posibilidades de razonar desproporcionadas a su yo afectivo. Solución: vivir simplemente; olvidarse de pensar; suicidio intelectual.
Al hilo de estas reflexiones habría otra solución, cual es la manipulación de nuestra propia esencia. He aquí la cita: Sabemos que vivimos en la contradicción, pero debemos rechazarla y hacer cuanto sea necesario para disminuirla. Nuestra tarea de hombres es encontrar las escasas fórmulas que puedan apaciguar la angustia infinita de las almas libres.
¡Afortunados nosotros: los autores citados, el lector si lo hubiere, el que esto escribe!. Conscientes de nuestras realidad inmediata en la que la desilusión nos acecha. Incapaces de un análisis objetivo para lo que más podría interesarnos. Sumidos en la contradicción. Tristes, desorientados, confundidos. Cada uno usaremos nuestro antídoto particular: aquel atizando el fuego con renovadas ilusiones, el otro mirando por el prisma de la estética y el último aferrándose a cualquier madero producto del naufragio. Todos esperamos el maná, alimento espiritual, que nos fortalezca y redima de tantas tribulaciones.... y también todos pensamos que, como Van Goht, tenemos un hermano que nos presta su inquebrantable confianza.
GRECO Dic. 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario