¿CUANDO DIRÁN QUE EL PROBLEMA Y LA SOLUCIÓN ES LA SANIDAD?
Desde hace años, algo importante se viene cocinando en la sanidad española, y por supuesto a espalda de los ciudadanos y de los profesionales.
El argumento mayor es que el sistema ha quebrado, es decir que ya no tenemos dinero para su financiación. También que es la sanidad mejor y más barata de los países desarrollados, este artificio se emplea cuando tocan el clarinete para las votaciones. Mientras los ciudadanos, algo enfadados por las tardanzas en sus asistencias, pero al fin contentos porque pagan una sanidad que haciendo cuentas les sale barato, se encuentran ajenos a la gran revolución que les espera en los próximos meses.
El sistema ha quebrado por varios motivos, uno y no baladí, lo han mal gestionado, con una sanidad a la carta, con un aparato burocrático imposible de mantener, unas leyes de obligaciones asistenciales no dotadas económicamente, y una pésima gestión del personal sanitario, llenos de plausibles derechos pero tampoco dotados con recursos.
La otra pata de los motivos, es que la deuda es mucha y los recursos liberados para su financiación son muy escasos, dato que se puede comprobar con la parte del PIB que se emplea por países, y en especial de nuestro entorno. También con un toque de caja única, algo de difícil lectura, porque jamás se sabrá como se reparte entre todos.
Es evidente que existen otros muchos motivos, quizás menores pero igualmente importantes, pero pasan a un plano secundario, por motivos obvios.
Una vez planteado el problema, los partidos políticos se miran y observan, quizás para ver cual mueve ficha antes, porque lo del pacto parece que nada de nada. Uno porque ya sabemos la sanidad que le va al uso, rebajar los costes concertando asistencia y servicios, y el otro porque dentro de su tibieza solo da palos de ciego, sin aprender de otros Servicios Nacionales de Salud que ya han vivido esa triste y larga travesía del desierto.
Bueno pues si la deuda es de muchos miles de millones de euros, y la Comunidad Europea, que dice protegernos, les ha pedido cortar esa sangría, la solución a la crisis viene por arreglar la salud de los españoles. ¿Cómo?
El poder de curación por imposición de manos queda lejos para un país laico, pero buscar y rascar en los bolsillos de los ciudadanos es viable. ¿Será el copago ampliado de las recetas a la asistencia? O nos pedirán que nos apuntemos a las compañías de asistencias externas. Veremos lo que dicen las encuestas electorales. Mientras los sesudos gestores, divididos por comunidades (Ojalá se pudiera devolver las competencias) toman decisiones, centrales de compras para abaratar los costes, implante único y no consensuado, trabajos por objetivos de eficiencia, uso racional de tres medicamentos, y sueldos congelados y rebajados; pero con un toqué de radicalidad, quitarse de en medio todos los antiguos y conflictivos responsables de servicios, porque son malos chicos, y han gestionado mal lo que les entregamos, y colocar chicos buenos y obedientes que obedezcan las consignas que se les dicta desde los órganos de dirección.
Y así se van creando las condiciones objetivas para la gran revolución. Por el momento penalizar a la callada población con una asistencia sujeta a criterios de tasas, en las patologías de mayor demanda y con mayor coste, se calcula con un descenso del veinticinco %. Hacer desaparecer aquellas patologías que no tienen garantías de tiempos quirúrgicos, en una interminable lista de espera sujeta a caprichos de cada reyezuelo gestor, o bien derivando a clínicas concertadas no sujetas a ningún criterio de control público, y con la anuencia de una administración autonómica que prevarica por que nada hace para solucionar estas situaciones, y menos aprovechar los recursos de que dispone.
Por último culpar de este dislate a los profesionales, ellos han engendrado esta enorme deuda, y nada hacen para proteger el bien público que se les cedió. Los gestores hospitalarios, los administradores generales y órganos de poder cercanos, son ajenos a esta locura y además les toca arreglar el entuerto. ¿Cómo? Observa ciudadano como con maquiavélicos gestos, la sanidad va perdiendo su peso, su buena disposición y va entrando en el intrincado mundo de la asistencia exclusivamente de beneficencia, como era antes, vamos. INDALECIO
Desde hace años, algo importante se viene cocinando en la sanidad española, y por supuesto a espalda de los ciudadanos y de los profesionales.
El argumento mayor es que el sistema ha quebrado, es decir que ya no tenemos dinero para su financiación. También que es la sanidad mejor y más barata de los países desarrollados, este artificio se emplea cuando tocan el clarinete para las votaciones. Mientras los ciudadanos, algo enfadados por las tardanzas en sus asistencias, pero al fin contentos porque pagan una sanidad que haciendo cuentas les sale barato, se encuentran ajenos a la gran revolución que les espera en los próximos meses.
El sistema ha quebrado por varios motivos, uno y no baladí, lo han mal gestionado, con una sanidad a la carta, con un aparato burocrático imposible de mantener, unas leyes de obligaciones asistenciales no dotadas económicamente, y una pésima gestión del personal sanitario, llenos de plausibles derechos pero tampoco dotados con recursos.
La otra pata de los motivos, es que la deuda es mucha y los recursos liberados para su financiación son muy escasos, dato que se puede comprobar con la parte del PIB que se emplea por países, y en especial de nuestro entorno. También con un toque de caja única, algo de difícil lectura, porque jamás se sabrá como se reparte entre todos.
Es evidente que existen otros muchos motivos, quizás menores pero igualmente importantes, pero pasan a un plano secundario, por motivos obvios.
Una vez planteado el problema, los partidos políticos se miran y observan, quizás para ver cual mueve ficha antes, porque lo del pacto parece que nada de nada. Uno porque ya sabemos la sanidad que le va al uso, rebajar los costes concertando asistencia y servicios, y el otro porque dentro de su tibieza solo da palos de ciego, sin aprender de otros Servicios Nacionales de Salud que ya han vivido esa triste y larga travesía del desierto.
Bueno pues si la deuda es de muchos miles de millones de euros, y la Comunidad Europea, que dice protegernos, les ha pedido cortar esa sangría, la solución a la crisis viene por arreglar la salud de los españoles. ¿Cómo?
El poder de curación por imposición de manos queda lejos para un país laico, pero buscar y rascar en los bolsillos de los ciudadanos es viable. ¿Será el copago ampliado de las recetas a la asistencia? O nos pedirán que nos apuntemos a las compañías de asistencias externas. Veremos lo que dicen las encuestas electorales. Mientras los sesudos gestores, divididos por comunidades (Ojalá se pudiera devolver las competencias) toman decisiones, centrales de compras para abaratar los costes, implante único y no consensuado, trabajos por objetivos de eficiencia, uso racional de tres medicamentos, y sueldos congelados y rebajados; pero con un toqué de radicalidad, quitarse de en medio todos los antiguos y conflictivos responsables de servicios, porque son malos chicos, y han gestionado mal lo que les entregamos, y colocar chicos buenos y obedientes que obedezcan las consignas que se les dicta desde los órganos de dirección.
Y así se van creando las condiciones objetivas para la gran revolución. Por el momento penalizar a la callada población con una asistencia sujeta a criterios de tasas, en las patologías de mayor demanda y con mayor coste, se calcula con un descenso del veinticinco %. Hacer desaparecer aquellas patologías que no tienen garantías de tiempos quirúrgicos, en una interminable lista de espera sujeta a caprichos de cada reyezuelo gestor, o bien derivando a clínicas concertadas no sujetas a ningún criterio de control público, y con la anuencia de una administración autonómica que prevarica por que nada hace para solucionar estas situaciones, y menos aprovechar los recursos de que dispone.
Por último culpar de este dislate a los profesionales, ellos han engendrado esta enorme deuda, y nada hacen para proteger el bien público que se les cedió. Los gestores hospitalarios, los administradores generales y órganos de poder cercanos, son ajenos a esta locura y además les toca arreglar el entuerto. ¿Cómo? Observa ciudadano como con maquiavélicos gestos, la sanidad va perdiendo su peso, su buena disposición y va entrando en el intrincado mundo de la asistencia exclusivamente de beneficencia, como era antes, vamos. INDALECIO
La autonomía hospitalaria, eso que permite que los gerentes elijan a dedo a los jefes de servicio, estaría justificada si el gerente se jugara sus dineros como hacen los propietarios de las empresas privadas. En las instituciones públicas se está obligado a demostrar que el elegido es el más idóneo para el puesto. Cuando se reproduce el modelo de funcionamiento del partido en la gestión pública, se establece una dependencia servil donde no cabe la libertad de acción. Asumir y callar no es la mejor manera de desarrollar la labor científica que implica la medicina. En la universidad se conoce como desapriscados a los profesores que no forman parte de ningún grupo de poder y que, por lo tanto, tienen pocas opciones de promoción, pero lo cierto es que los autores de los grandes avances científicos han sido personas independientes que trabajaban con libertad. Los hospitales necesitan más desapriscados y menos sumisos si quieren mejorar su eficiencia.
ResponderEliminarLo que denuncia Indalecio, por sombrío que parezca, no es más que lo que nos espera y no valen lamentaciones que no sirven para nada. Que haya sido por la mala gestión o por lo que sea, el caso es que el Sistema Nacional de Salud (SNS) está llamado a ser engullido por la privada y parece que ahora es el momento: cuando de reducir el déficit se trata. La fundación Bamberg y los laboratorios Lilly está en estos momentos financiando encuentros de expertos que prediquen la transferencia de lo público a lo privado. El antiguo ministro de sanidad socialista Julián García Vargas está en el atril diciendo que no hay otro remedio. Recortar servicios, reducir consultas y pruebas, retocar listas de prestaciones y, sobre todo, cooperación pública-privada. El problema no es ser o no ser, es seguro que va a ser, el problema de los directores actuales es buscar acomodo en el nuevo sistema, cuánto van a sacar de la venta.
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