LAS DUDAS DE UNA NOCHE DE VERANO



Una cosa es la llamada gremial de la masa, que en España está muy desarrollada, y otra el sentido aglutinador de la cultura, de cuyo instinto carecen los españoles atascados en el individualismo cristiano. Si te juzga Dios y no la sociedad, puede uno redimirse invocando a la historia y de ahí a creerse bueno hay un paso. Siempre he sentido prevención ante las buenas personas, no por los que son, en el buen sentido de la palabra, buenos, sino por los meapilas. Me incomodan los piadosos que quieren y se dejan querer como si se tratara de saborear un merengue. Todo lo dan por sentado: al aparentar que son buenos, hay que aceptar que lo son. ¡Con lo difícil que resulta portarse bien! Porque no se trata de ser cariñoso con los suyos y amable con el personal, se trata de mantener un compromiso con la sociedad, atendiendo más las obligaciones que los derechos: ¿menos gestos y más compromiso?

                                                                                II

Un tímido,aunque estimulante, movimiento social nos invita a organizarnos para combatir a los que no necesitan organizarse. La única estrategia plausible del desamparo es asociarse para ver si muchos pocos logran hacer un mucho: el pueblo unido jamás será vencido. Pero en tiempos de paz ¿dónde está el enemigo? La lucha de clases (si es que tal cosa existe) se está librando en un terreno equivocado. Con cuatro millones de parados el trabajador carece de fuerza para presionar al empresario. El empresario, por su parte, prefiere la productividad y el consumo; el crecimiento económico y la paz social antes que el estancamiento y la pobreza. El enemigo son las corporaciones dirigidas por ejecutivos a los que solo mueve la codicia y los políticos a los que sobornan. La lucha se debe trasladar a la educación, al conocimiento, a la formación y a la responsabilidad ciudadana: ¿sabemos a donde hay que apuntar?

                                                                                 III

A nivel colectivo veo la contienda bastante perdida. Lo único que tenía que hacer el capital era dispersar al enjambre intelectual (que de por sí tira al monte) y aglutinar a la manada dócil y, aunque parezca mentira, lo ha conseguido con la herramienta globalizadora jamás soñada: internet y sus redes atrae a la tropa dispersa y anima a la independencia del independiente. Las redes servirán para muchas cosas, pero entre las más productivas está la generación gratuita del listado de tendencias, gustos, apetencias, deseos y todo el catálogo que las grandes empresas necesitan para conocer al detalle el mercado. Al mismo tiempo ofrece un púlpito a cada intelectual de pacotilla para que pueda vociferar sus proclamas y escuchar el eco. Como todos nos creemos originales y tenemos algo que decir, lanzamos las ideas a la red donde se pierden, no por malas o buenas, sino porque no hay público predispuesto. Pasa como con el paro: hay mucha más oferta que demanda. Esa es la cuestión, tener o no tener ¿público?

                                                                                IV

El tea party norteamericano, cargado de patriotas pobres (el gringo de provincias es rico comparado con el indigente del suburbio, pero pobre si se compara con el menos rico de los líderes que defiende) es la barrera que impide que suban los impuestos a los millonarios o que la sanidad pública les llegue a ellos mismos. Esas cosas se hacen por principios: el principio conservador made en San Agustín: primero creer, después conocer y el principio progresista: primero discutir, después discrepar. A día de hoy la tortilla española, rancia, cutre y patriotera, que cree el discurso falso del que promete arreglarlo todo sin aclarar sus propuestas, está dispuesta a aceptar que los especuladores financieros tampoco son tan malvados. La protesta desalojada de Sol resulta ser la cara más respetable de la sociedad, aunque no la apoyemos como merece: ¿llevan tanta razón que no se puede estar de acuerdo con ellos?

CIRANO  Agosto 2011

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