La llegada
del ITACA fue muy celebrada, sobre todo por nosotros, ya que estábamos cansados
y con ganas de un poco de rutina. Pero aquella misma tarde llamamos al
astillero y nos dijeron que el barco, nuestro Ítaca, estaba listo para ser
botado. Repasamos como realizar la
botadura y preparamos los emolumentos necesarios, decidimos dejarlo en San
Fernando y comenzar la titánica obra de construcción de la obra muerta. Seis
meses más tarde y bastante desesperados aún continuábamos en los pantalanes
cercanos al diabólico Puente Zuazo, con un casco de acero naval pintado de rojo
y líneas horizontales blancas, nada de arboladura y solo con unos tableros que
formaban el suelo. El gobierno solo desde el exterior con una caña, aunque con
pensamiento de duplicarlo también en el interior, con timón. Ninguna propulsión mecánica
en forma de motor. Solo habíamos conseguido fundir previo calculo la orza de
contenido en plomo comprado en Jaén y con un peso de más de tres mil
kilogramos. Dentro de nuestra locura decidimos trasladarlo a Málaga para
continuar su construcción, y a fe mía que lo conseguimos sin aparejo ni
arboladura, pero si en un camión tráiler de doce ejes que nos supuso un gran
esfuerzo físico y económico.
Los siguientes seis meses taladré todas las cuadernas del barco, ojo de acero y le coloqué atornillado a tres alturas las duelas que forraban el barco en su interior. Luego me encargué del mantenimiento de las picaduras de óxido que aparecían, pero no dando brochazos sino decapando la zona y sellando con pintura de imprimación. Luego pintura de sellado marino esmaltada. Acabamos la construcción de los muebles de interior con cuatro camarotes dobles, un baño con ducha y una gran dinette con cocina. Una rueda de timón, mesa de cartas y trabajo náutico y la mesa de comer y jugar a las cartas. Aunque habíamos empleado casi un año y medio en que pareciera un barco, ahora al menos para nosotros era lo más bonito y marinero que había en nuestro puerto. Colocamos un motor volvo de doscientos caballos que siendo de segunda mano nos dio bastantes problemas, aunque conseguimos domeñarlo después de muchos cabreos. Con este motor de dudosa fiabilidad comenzamos a realizar pequeñas navegadas de duración corta, pero se decidió recorrer los entornos como forma de encontrar las posibles pegas que pudieran aparecer. Yo aporté un juego de velas diseñadas por un maestro velero, que nos permitió jubilar el juego que estábamos usando, regalo de un barco amigo y con posibles. Además, ideamos unas trinque tas gemelas para cuando atravesáramos el Atlántico, decidimos probarlas con vientos portantes y esperamos un buen levante.
Tan bueno y tan potente que estuvimos navegando seis días corriendo el temporal y que nos sacó del Mediterráneo hacia el mar de Madeiras. Afortunadamente ya teníamos radio y pudimos ponernos en contacto con la Comandancia de Marina y avisar de nuestra incidencia. El Ítaca navegaba bien, no era un barco veloz pero bastante seguro y jugando con el aparejo se conseguía hacerlo navegar a diez nudos, suficiente para lo que deseábamos . Aunque nos faltaban instrumentos de navegación y andábamos escasos de recursos, cogimos prestados de un ostentoso e inútil yate de motor un sistema de navegación por satélite que podía cubrir las necesidades para una travesía Oceánica. Por último, embarqué una caja pequeña de madera de alcanfor cuyo contenido albergaba todas nuestras ilusiones y mil dólares que era lo que sabíamos costaba el paso del canal de Panamá. Ese era nuestra meta, si cruzábamos el canal de Panamá no sabíamos cuando volveríamos a nuestra ciudad, porque ya tendríamos que dar la cara pasando el estrecho de Magallanes,. o bien abandonando o vendiendo nuestro potente velero. Ya tendríamos tiempo para decidir.
INDALESIO
Muy bueno 😃
ResponderEliminar