BONSÁI COMO ARGUMENTO







El Sistema Nervioso Central (SNC) es una confederación de centros de poder con autonomía restringida donde el que más manda no manda en todo, viéndose obligado a asumir un programa de gobierno supeditado a lo que gestiona, que es la vida. El SNC es un retruécano que administra aquello de lo que depende. Es un modelo controlado por retroalimentación que supera en complejidad a todo lo conocido y que depende de su propia eficacia. Cuanto mejor funciona más se exige y cuantas más prestaciones ofrece mejor trabajan sus subordinados. Ello no implica que se pueda asegurar que actuando de manera correcta se acierte. Tampoco hay consenso sobre lo que debe hacer para alcanzar la excelencia o conseguir una vigencia más larga, aunque la coherencia ayude. En cuanto fue capaz de cerrar el circuito de la reflexión decidió actuar por su cuenta y de ahí los atascos que se producen a veces. El meollo de su complejidad está en que todas las partes tienen capacidad de decisión y la más influyente no llega a todas las partes, por lo que los intermediarios juegan un papel importante.
Uno de los estratos jerárquicos más sensibles del SNC se encarga de elaborar y controlar la conciencia que, aunque no lo ve todo, recibe información de casi todo. Debajo de lo consciente está el subconsciente de la misma manera que debajo del suelo está el subsuelo. Es un basamento sólido, sin duda, donde asienta el chasis del conocimiento, pero al estar sumido en tinieblas recibe más información que luces para descifrarla. Le llegan datos sobre los que no puede actuar teniéndose que conformar con liberar señales de manera aleatoria. Es un fantasma que hasta ahora lo único que ha conseguido es asustar. Hubo una época en la que los sicólogos actuaban como si entendieran el mundo subterráneo y tuvieran poder para manejarlo. Ya se sabe que aquello fue como las tablas que bajó Moisés del Sinaí afirmando que se las había dado Dios en persona, ese ser omnipotente cuya esencia es inmaterial (de ahí que lo de la zarza ardiente sea el sicoanálisis del monoteísmo). Cuando se hacen edificios de arena, tarde o temprano acaban cayendo, aunque siempre queda la evasiva de Galileo al susurrar que a pesar de todo algo se mueve.
El subconsciente es como una cosechadora que separa el trigo de la paja. Si un político descubre que el árbol que más le gusta es el bonsái, revela sin querer que lo que quiere a su alrededor son personas sin iniciativa, como le ocurre al árbol enano al que han cortado todas las guías. Está señalando que no dejará crecer a nadie que se arrime a su tronco. Es de esperar que en su equipo no se acepten más que siervos dóciles, ejemplares de invernadero capados hasta la ridiculez. Quien prefiere bonsáis a olivos centenarios de los que brotan ramones cada primavera lleva en su afición la marca de la casa: si se poda el socialismo queda el enano de la socialdemocracia.
CIRANO

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