La
única regla que seguía en sus investigaciones la aprendió del
foxterrier que su padre, en exigente presbiteriano de Atlanta
(Georgia) le encargaba sacar de paseo por las tardes. Dejando atado
al perro a la pata de un banco del parque procedía a esconder una
pelota de tenis en lo más enmarañado del bosquecillo local. Daba
igual que estuviera cerca o lejos, el chucho siempre actuaba de la
misma manera mostrando una superioridad insultante. Desde el primer
momento sabía que el sabueso sabía donde estaba la presa. Una vez
suelto parecía pedir permiso para iniciar la búsqueda, pero en
realidad evaluaba pistas sobre la dirección de la mirada para elegir
a donde ir o a donde dejar de ir. Cuando por fin decidía seguir el
rastro empezaba con lo que se puede llamar maniobras de despiste
alejándose del sitio en cuestión hasta acotar la zona, perderse en
la maleza y aparecer por donde menos lo esperaba con el trofeo en la
boca.
Su
padre se llevó un disgusto cuando le dijo que no pensaba ocupar el
cargo que le tenía asignado en la compañía de refrescos tras
terminar con brillantez derecho en Harvard, sino que lo que le
gustaba era ser funcionario de policía. Ingresó en el cuerpo sin
dificultad ascendiendo rápido por su buen expediente académico, la
disciplina que le había inculcado su progenitor y el poco interés
que mostraba por competir debido a la confianza en sí mismo. En el
país de la competencia la relajación también da sus frutos sobre
todo si se apoya en activos económicos. Como sus jefes lo veían
demasiado elitista decidieron mandarlo fuera para que se fogueara. Le
encargaron la misión de desestabilizar el principal régimen
petrolero sudamericano promovido por un militar populista inclinado a
la izquierda. Como la violencia estaba pasada de moda adoptó la
táctica de su antiguo perro y se fue a Madrid a indagar el
pensamiento de la nueva izquierda surgida de movimientos ciudadanos
alentada por profesores universitarios. No tardó mucho en hacerse
amigo del grupo disidente amparado en la complicidad de la seducción
donde no hace falta explicitar las coincidencias para aceptar que
existen. Su carta de presentación era una gran fortuna familiar, su
doctorado en Harvard y el interés en indagar nuevas estrategias para
compatibilizar capitalismo y desigualdad al menor coste social
posible.
Por
eso no extrañó la propuesta que les hizo a los aspirantes políticos
españoles de asesorar al gobierno petrolero a través de una beca
financiada por una organización norteamericana. Creyéndose elegidos
en lugar de utilizados los jóvenes talentos iniciaron un periodo de
aprendizaje en el que se fueron dando cuenta de que el guiri se
mostraba cada vez más claro. En estos casos, como en los romances
sentimentales, una vez que se conoce el interés mutuo sólo queda
concretar el grado de compromiso que viene a resolverse hablando y
como pasa casi siempre, no suelen surgir sorpresas. El principal
argumento para entrar en nómina de la gran organización fueron los
antecedentes de otro político de izquierdas que llegó a la cumbre
gracias a su apoyo. El coste era asumir la traición como un
beneficio global que va por encima de las instituciones y que a la
larga evita males mayores.
Los
resultados se pueden rastrear en la prensa si se sabe leer entre
líneas como ocurría en tiempos de la oprobiosa, virtud que, dicho
sea de paso, se ha perdido al creer que democracia lleva implícita
sinceridad. El sabueso ha ascendido a asesor presidencial para el
asunto de los 5G. Las veleidades comunistas a este y al otro lado del
Atlántico se han enfriado a coste cero y cómo les propuso a quienes
querían conquistar los cielos, la desigualdad y el capitalismo duro
conviven sin sobresaltos.
CIRANO
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