Hay quien no consigue superar la niñez y se pasa la vida recitando la lista de los
reyes godos sin dar el paso a la razón, mostrando puerilidad tanto en gestos efusivos
como con rabietas violentas. Necesitará que le rían las gracias, que lo peinen por la
mañana y que lo dejen jugar con sus juguetes preferidos que, de mayor, suelen ser
mujeres. Eso es llevadero durante los estudios, penoso en el trabajo e insufrible si
gestionan recursos sanitarios. Son un peligro para ellos mismos y para quienes los tratan
porque siguen siendo tiernos y caprichosos cuando deberían ser serios y responsables.
El hombre blando suele ser inseguro y botarate, del llorica al maltratador hay un paso.
Federico García Lorca señaló lo que es la discreción cuando no quiso decir por hombre
las cosas que ella le dijo. Ni siquiera por motivos literarios se debe hablar de lo que pasa
en el río, menos cuando el río es un hospital en manos de un inmaduro.
Para mantener el compromiso de lo íntimo, quizás proceda reflexionar sobre el
fracaso del método de selección de políticos y ejecutivos de la cosa pública. Tratando de
dibujar el paisaje en lugar de centrarse en el individuo como se viene haciendo hay que
destacar que entre la amplia muestra de dirigentes sanitarios que han pululado por
direcciones, subdirecciones, jefaturas o comités no encuentro elementos sobresalientes
ni siquiera interesantes, lo que es un acierto porque si los buenos médicos se malograran
en la gestión estaríamos todavía peor. Claro que si yo hubiera sido uno de ellos tampoco
habría destacado del pelotón. ¿Dónde están los buenos dirigentes? ¿Representa esa
vulgaridad la realidad del país? Estoy seguro que entre los miles de refugiados que
huyen de las cenizas de Alepo hay personas inteligentes como las hay entre los paisanos
que nos cruzamos por la calle o como se encontraban hombres de talento en la Beocia,
según Voltaire. ¿Por qué tenemos que aguantar la mediocridad tirando a bajo de quienes
nos gobiernan?
Recordando a este personaje aniñado en el que no quiero detenerme demasiado,
deduzco que lo único que necesita es una nodriza que lo amamante como al
protagonista del cuento El Regazo del gran Indalesio. Quizás sea eso lo que le hace falta
a este país que se dejó acunar por la dictadura eludiendo la responsabilidad de madurar.
Aunque viendo la reacción que están teniendo sociedades que se tenían por sensatas y
que incluso hablan inglés con soltura, surgen serias dudas acerca de su cordura.
¿Estamos entrando en un periodo de estupidez colectiva como el que llevó al mundo a
dos guerras en menos de treinta años? Parece ser que la tecnología ha conseguido una
herramienta que se adapta a la inteligencia media de los políticos que estallan de alegría
con el límite de los ciento cuarenta caracteres y las fotos rápidas. Si nos van a dirigir a
golpe de twitter apaga y vámonos.
CIRANO
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario