Se
llamaba Juan único dato que puedo referir, grande y obeso pero todo
corazón, siempre parecía estar allí donde se le requería, que por
cierto era el área de urgencia. Su nombre pegadizo estaba en boca de
todos, era el más amable y simpático de todos los que trabajaban en
las urgencias. Sabía distinguir una urgencia de verdad de una
torcedura, y cuando ponía en movimiento su corpachón se abrían las
puertas como por arte de magia.
Habitualmente
no paraba de ir de un lugar a otro haciendo cosas o llevando camillas
o sillas de ruedas para usar allí donde lo necesitaban. Mientras lo
realizaba se le escuchaba un ligero y tenue silbido que salía de su
boca.
Había
llegado a ese puesto de trabajo después de abandonar el Campo de
Gibraltar al cerrar la frontera, y por decisión de las autoridades
que colocaron los muchos parados que generaron la estúpida decisión
política.
Decían
las malas lenguas que las autoridades franquistas habían colocado
con traslado obligado más de tres mil personas, y al parecer estaban
contentos y muy colaboradores. Tan colaboradores que cuando llegaban
en la mañana al tajo, lo primero que hacían era pasar por el
despacho del policía Miguel que recibía y daba instrucciones de lo
que se tenía que hacer y las especiales vigilancia que se tenían
que practicar. Porque el Hospital tenía su propia Policía con
despacho y la autoridad delegada del Gerente y sus grupos de
acólitos. Por suerte nunca paso de un discreto chivateo de alguna
actitud fuera de lo permitido.
Cierto
día cuando un médico comprometido acabó su turno de la mañana y
se disponía a abandonar el Hospital con la bolsa de muda y algún
resto de bocadillo, sintió como le agarraban de un brazo y le
empujaban hacia una zona de dormitorios del personal de guardia.
Intento rebelarse dando una gran sacudida, pero la fortaleza de Juan
era muy grande y le arrastró dentro de uno de los dormitorios. Allí
y ante la sorpresa del médico le tapo la boca y le pidió no hiciera
ruido, cuando el médico lo comprendió asintió.
Entonces
le dijo algo que le puso los pelos de punta, la policía le estaba
esperando, eran policías militares y el propio policía del
Hospital. Iban buscando de forma concreta y especifica al médico
comprometido con organizaciones obreras. Le explicó a Juan que no
tenía escapatoria y que se entregaría voluntariamente, Juan le dio
un abrazo y le deseo suerte.
Ese
médico estuvo seis meses en un cantón militar por pertenecer a
organización obrera. INDALESIO 12/01/2017
Gracias por el recordatorio, imprescindible saber quienes somos y de dónde venimos. Y nos convendría ir pensando adónde vamos, porque lo que se está viviendo es realmente incomprensible que se admita.
ResponderEliminarPor favo, difundid y colaborar, hace falta dinero. http://procesoalabanca.es/http://procesoalabanca.es/
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