AQUELLOS ROJOS. Aclaración




El pensamiento es un proceso complejo que depende de miles de millones de reacciones bioquímicas que ocurren en el cuerpo y, sobre todo, en las células del sistema nervioso central de cada individuo. Es posible que cuantas más neuronas se conecten entre sí más elaborados sean los pensamientos. Esa complejidad insondable se maneja a través de una especie de determinismo que hace que la resultante mental de una persona pueda parecerse a la de otra, aunque se tendrían que dar demasiadas coincidencias para analogías efectivas y casi un milagro para identidades. El pueblo llano lo reconoce diciendo que “cada uno es cada uno” y tiene razón. A pesar de todo, la gente nos entendemos y tratamos de relacionarnos con quienes nos parece que piensan como nosotros. Cuando a eso se suma la nebulosa de recuerdos de algo que sucedió hace casi cuarenta años parece imposible pretender que armonicen las imágenes que guarda cada cual.
En el Cuadro 2, publicado en El Garrotín hace unas fechas, me refería a una escena que presencié muchas veces durante la estancia de formación que cursé en el Hospital General de Asolada y si hay interés, como parece haberlo por parte de un oráculo provinciano, en que desvele la identidad de los personajes de la ficción lo hago con sumo gusto. El director era don Camilo Fuensanta natural de Almohadilla del Campo provincia de Talicual. El elegante jefe de servicio del laboratorio fue don Tomás Salamanca natural de la propia Asolada en donde tuvo una tienda de relojes antiguos que regentaba su mujer, señora por cierto encantadora. El jefe de servicio de urología había sido destacado futbolista en el equipo de su pueblo donde llegó a jugar más de mil partidos antes de estudiar medicina en Coto Alto. El jefe de hematología es natural de Málaga pero se trasladó joven a Torre Cipriana lugar que linda con la ciudad donde se encuentra el hospital en cuestión, y el de la UVI fue mozo de espadas de un famoso matador sevillano que le costeó los estudios y le recomendó mudarse a otra parte.
Simplificar reflexiones poniendo nombres a lo que trata de ser alegórico, aparte de empobrecer el discurso, indica que no se ha captado de la misa la media y más que testigo de bata y fonendo, el que bautiza parece un camarero entrometido. Al ambiente de aquellos tiempos se ha llamado Transición pero como pasa con el pensamiento, ese periodo está lleno de recovecos y de reacciones difíciles de entender. Si el relator hubiera querido identificar a los actores lo habría hecho, pero ha preferido ambientar situaciones que chismorrear.

CIRANO

No hay comentarios:

Publicar un comentario