En la tertulia del
desayuno participaban: el Director, genuino representante del
Movimiento con buenos contactos en Madrid de donde volvía afilando
las palabras con eses a destiempo; el Jefe del Servicio del
Laboratorio que elevaba el nivel con su elegancia y una cultura
descuadrada de sus convicciones; el Jefe del Servicio de Urología
poderoso en gestos de amistad y dado a la ciencia médica; el Jefe
del Servicio de Hematología tan por encima de todos que se permitía
la humildad y el Jefe de Servicio de la UVI que a pesar de su
insignificancia se creía más listo que nadie. Los dos generalistas
se lo tomaban a broma y lo trataban de usted ayudándose con el don.
Eran reuniones
agradables en las que se trataban asuntos serios sin hacerle ascos a
la política. Como el que más labia tenía era el hematólogo,
llevaba la voz cantante imprimiendo esa gracia elegante que tienen
los malagueños elegantes. Don José se la reconocía pero no así
Don Pepito Grillo que chillaba con voz estridente queriendo
deslumbrar a las estrellas.
En la otra esquina de la
barra los miembros de Comisiones Obreras saboreaban el bocadillo de
panceta calculando los telediarios que le quedaban al grupo de
próceres de los que escuchaban un rumor de letanía. Al disolverse
la reunión el de la UVI se acercaba zalamero a los sindicalistas
para dejarles risitas de complacencia a modo de tarjetas de visita.
No sabía lo dispuestos que estaban a entrar en contubernio con quien
les diera cancha. Se venían venir las primeras elecciones sindicales
y sabían que el Comité de Empresa iba a convertirse en el tercer
poder.
A
mí aquella gente no me asusta, dijo un jefe de servicio por lo bajo
señalando a los rojos, mientras no se metan con el sistema
jerárquico voy a seguir siendo el que mande en mi servicio.
Mandarás, pero menos, respondió el director que se había enterado
en Madrid en qué iban a consistir las atribuciones del Comité de
Empresa, tendrás que escuchar a los celadores poniéndoles buena
cara. Nunca les he puesto mala cara, contestó el otro, pero no me
irás a decir que les voy a tener que consultar lo que receto. Eso
no, pero se meterán en los turnos. Los turnos los hace la
supervisora. De acuerdo a tus indicaciones, le replicaron, ahora
seréis tres; tú, la supervisora y el enlace sindical. ¡Que ya no
son enlaces, que son cargos elegidos!, terció el jefe de servicio de
laboratorio. Yo los seguiré llamando enlaces como Dios manda. Bueno
señores, cortó el director, me tengo que ir que ya veis que
aquellos están tomando nota del tiempo que llevamos en el bar. El
mismo que ellos, saltó gallito el de la UVI. Pero ellos son ahora
los que mandan, concedió el que sabía.
CIRANO
Betes
ResponderEliminarAllona
Maldonado
nuestro personaje Gar...
lengüetón...
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