No es raro que mirando el
paso de la historia, nos encontremos tiempos convulsos y en
ebullición que nos condujeran a parir un nuevo mundo lleno de
modificaciones y cambios, y que nos condujera al nacimiento de
nuevas sociedades. Así nació la Revolución burguesa en la Europa
desarrollada y que por desgracia no llegó a nuestras tierras. Otros
cambios más o menos revolucionarios han ocurrido a lo largo de
nuestra historia, pero siempre fueron tan negativos que dejaron un
amargo recuerdo. Ahora y después de intentar desmontar el franquismo
con muy mediocre resultado, nos aparece una nueva oportunidad, no
trascendente pero si para adaptarnos a nuevos tiempos, esa nueva
oportunidad es mimetizar algunos de los cambios que se han producido
en nuestra Europa.
Esas modificaciones
serían hacer desaparecer los monopolios del bipartidismo que
producen unas políticas muy limitadas y ajenas a los intereses de
un gran segmento de la población. Eso si, son cómodas y casi se
garantizan la alternancia, con pequeños cambios de matices políticos
y con un poderoso abrevadero que alimentan a los profesionales
descontrolados de los partidos. ¿Y cual es la alternativa? La
enriquecedora aportación de la pluralidad de grupos políticos, no
por que sean muchos sino porque cubren los intereses de un gran
segmento de la población. Y
las políticas que necesariamente precisaran
defender los derechos de una población de la que solo trabajaran un
reducido grupo de mano de obra no mayor de un 20%. Así, ante la
ausencia por consunción de los sindicatos, los partidos se verán en
la necesidad de negociar y pactar políticas sociales que cubran las
necesidades más perentorias. Claro que para que ocurra eso se
necesita, un buen cuerpo ideológico, y unas personas honestas y
normas constitucionales que regulen las normas del comportamiento.
INDALESIO Octubre 2016
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