Pero ese no es lo
importante porque lo que interesa saber es si la variedad que ataca
transmite enfermedades, sin olvidar que sus picaduras siempre son
molestas. En ningún momento lo he tomado como discriminatorio, al
contrario, me inspira pensamientos sobre “los eventos
consuetudinarios que acontecen en la rúa”. Para empezar baste
recordar que en política se toma por hábil quien, como el barón
Cosimo de Calvino, se va por las ramas sin pisar el suelo por donde
caminan parados, pobres y desahuciados. Acusar a un político de
ambicioso cuando la ambición se le supone como el valor en la mili,
es negar la ley de la gravitación universal. Quien se lanza al ruedo
es porque quiere ser torero. Que sea bueno ya se verá, pero afición
que no falte.
A mí me intriga saber
qué es lo que se vio, por ejemplo Rajoy, para vestirse de luces y
hacer el paseíllo con ese poco garbo que Dios le ha dado. Me
gustaría conocer en qué momento de su vida recibió la inspiración
de suponer que poseía cualidades de líder y todavía me intriga más
entender por qué una persona sin carisma puede llegar a gobernar un
país, aunque es posible que con averiguar el nombre del país se
entienda todo lo demás. En el régimen anterior se valoraba mucho lo
que se conocía como espíritu de servicio que no era otra cosa que
docilidad frente al mando. Quizás la única habilidad de la que
pueda presumir Rajoy sea esa y su único acierto saber elegir a quien
servir que, desde luego, no es el pueblo que lo vota sino más bien
los poderes económicos que nos explotan.
Aunque yo era partidario
de que Podemos permitiera gobernar al PSOE tras el 20D, la estrategia
de Pablo Iglesias, además de legal, es legítima y quien sabe si
justificada. Porque si está seguro que será el mejor presidente,
como supongo piensan los otros candidatos, debe hacer todo lo que
esté en su mano por conseguirlo, que es lo que hace en línea con
sus contrincantes.
Por el contrario las
razones del pacto entre Socialistas y Ciudadanos con el que ambos se
han inmolado no se entienden más que desde la impotencia. Podría
ser que Sánchez tuviera miedo escénico y Rivera necesidad de tablas
y que montaran la función por puro amor al arte. En el caso del PSOE
el desbarajuste interno que permite gallear a barones de medio pelo y
a baronesa de pelo en pecho, parece como si los llevara a preferir
hundirse juntos que salvarse agarrados a la tabla de la disciplina
interna. Eso se explica porque cohesionar, de acuerdo a la segunda
ley de la termodinámica, es más costoso que dispersar; dejándose
llevar por impulsos emocionales se aumenta la entropía que es
incompatible con el orden necesario para realizar trabajo. El caso de
Ciudadanos ilustra que la derecha dura en este país supera en mucho
a la blanda, cosa que es de temer.
Teniendo en cuenta que
el 1% de la población española reúne tanta riqueza como el 80% de
los más pobres, la distribución del voto correlaciona más con las
creencias que con el poder adquisitivo. El 30% del censo, que
prefiere al PP, no puede nutrirse de adinerados por lo que está
claro que un número elevado de proletarios se decanta por el libre
mercado frente a políticas sociales. El concepto de libertad que se
aplican estos votantes es curioso y parece mimetizar el ejemplo de
los líderes políticos más cerriles. Piensan que la máxima
libertad consiste en poder elegir si se paga o no impuestos o si se
roba o no de las arcas públicas. Consideran que las obligaciones
sociales que impone la convivencia son un ataque a su libertad. Como
en el mercado se puede comprar lo que se quiera siempre que se cuente
con recursos, en la convivencia se debería poder hacer lo que se
quiera siempre que se tengan privilegios y en eso están, mantener
las diferencias aunque solo las vean por televisión. Por ejemplo,
que el dinero público que se invierte en educación y sanidad se
utilice en subvencionar colegios concertados y clínicas privadas a
las que puedan acudir los que lucen corbata. Algo parecido a lo que
pasa con el AVE, los aeropuertos o las autopistas: que se construyen
con dinero de todos, los explotan empresas que pagan las campañas de
los partidos y lo disfrutan muchos menos de los que lo costean. En su
ignorancia, la clase media cutre no se asusta de Monsanto, de la
comida basura, de las trampas de volkswagen and company, de los
corruptos, ni del paro; le tiene miedo al progreso social que lucha
contra la desigualdad. Los mosquitos nos recuerdan que hay mosquitos
y los pobres que hay pobres. No hay que discutir a quien pican los
mosquitos sino si su picadura es dañina y aunque solo sea por lo
molestos que resultan, como proponía Keynes, se debería acabar con
ellos.
CIRANO
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