“Amo el paisaje donde
me he criado.
En el que he vivido.
Por el mero hecho de
haber pisado el mundo
me siento con derecho de
habitarlo.
No se me ocurren razones
para excluir o ser excluido.
No soy un perro que
marque su territorio.
El cariño es una
necesidad sentimental sin objetivo concreto. Ni a la madre ni a la
tierra se eligen pero se acaban amando porque el hombre es un animal
social dotado de empatía. Lo aleatorio del lugar del nacimiento se
convierte en certeza al asumir como ventaja o suerte lo que depende
del azar. No creo que este razonamiento aplicado a los asuntos de la
vida asegure la felicidad pero al menos consuela. A partir de aquí
se puede plantear la influencia del ambiente en el carácter
colectivo de los pueblos
Los
Montes de Málaga fueron deforestados durante la Reconquista (esto es
una suposición que no interfiere en la lógica del relato, si no lo
fueron entonces el desmonte vendría después) y plantados de vides
en el XVIII. Cuando la filoxera atacó el monocultivo (que no deja de
ser una dictadura) el monte quedó desnudo hasta que en el siglo XX
(coincidiendo con el auge del fascismo) se repobló con arboleda
foránea (monocorde otra vez). El caso es que unos cien años después
está renaciendo el primitivo bosque Mediterráneo de encinas,
algarrobos, madroños, acebuches, endrinas y otros que no me sé. La
conclusión a la que quiero llegar y a la que he llegado en otras
ocasiones es que cada paisaje genera un determinado tipo de
vegetación de manera espontánea dependiendo de la composición del
terreno, índice pluviométrico, horas de sol, temperatura y cosas
que se me escapan (pero que están en su sitio). Por lo que si parara
la agresión el campo volvería a mostrar su mejor cara.
A los pueblos puede que
les pase lo que al terreno que los sustenta: si se les deja a su amor
vuelven a su ser. Los naturales del sur de la Península Ibérica
nunca han iniciado que se sepa una guerra de conquista sobre ningún
territorio, ni próximo ni lejano, al ser más hospitalarios que
guerreros. Estoy seguro que si se les dejara en paz lucirían el
carácter amistoso con su tierra y con los de fuera (cosa que a pesar
de todo hacen). A la gente de aquí les ha pasado lo que a los
bosques. Ha sido esquilmada, repoblada, adoctrinada, sometida (el
trato dado a los oriundos del Reino de Granada por los castellanos
reúne las condiciones técnicas de colonia) y sembrada con semillas
de distintas procedencias que no tardan en adaptase e identificarse
con los autóctonos. La vocación pacifista de sus habitantes que han
sido viajeros o transmisores de cultura pero nunca conquistadores ha
condicionado un carácter más racional de lo que se cree.
El
valor absoluto no necesita exhibirse (Dios ni está ni se le espera)
le basta con ser. Por eso también conviene recordar que los valores
de esta tierra no son el bullicio ni la fiesta sino la sabiduría y
el estoicismo reflejo de la seriedad de la encina o la calma del
algarrobo. Agrada que nos visiten porque una de nuestras virtudes es
la generosidad en el trueque (intercambio amable y creativo), pero
que nos dejen ser como somos sin paternalismos ni arengas
patrioteras. No nos hacen falta hermanos mayores ni jaleadores de
feria. La gente de aquí quiere trabajo y dignidad, la rancia estirpe
del secano que da para pensar más que para comer, pero que es
suficiente.
CIRANO
No hay comentarios:
Publicar un comentario