¿HABRÁ QUE COMER MIERDA?

Aplicando una lógica primaria y simple se deduce que la función del olor y la fetidez es estimular mecanismos de defensa en el organismo para impedir que se ingieran productos dañinos para la salud. Pero resulta que investigadores de varios continentes dicen haber conseguido evidencias científicas que contradicen el principio de repugnancia (algo que ya tenían asumido los políticos). Es pues el caso que parece haberse demostrado que ratones obesos alimentados con las cagarrutas de ratones delgados adelgazan y lo contrario. El valor terapéutico de las heces se achaca a su contenido en bacterias buenas que neutralizarían a las malas, responsables de la enfermedad, por lo que el maniqueísmo se aplicaría también a la evaluación de la caca.

Aquí puede encajar una anécdota (más bien chiste) que contaba mi padre ocurrida en el viejo hospital de San Carlos. Dicen que un día, mientras pasaba sala un interno, se presentó el catedrático (que, digo yo, bien podría ser el insigne Jiménez Díaz) a sobrevolar la ejecutoria de su discípulo, el cual se encontraba dubitativo a los pies de una cama que cobijaba a un enfermo de cólera con el que se habían ensayado sin éxito todo tipo de recursos para cortar la pérdida de líquido diarreico. Cuando el maestro revisó la historia clínica y vio que se trataba de una caso perdido, en un alarde de genialidad de los suyos prescribió con autoridad: ¡rápido, una transfusión de mierda! Mira por donde, una vez más, el gran Don Carlos podría haberse adelantado casi un siglo a las píldoras de excrementos.

Si lo que apunta la ciencia es cierto vendría a confirmar el pronóstico de aquel otro chiste en el que predecían el futuro un optimista y un pesimista. Se recordará que el primero vaticinaba que si las cosas seguían así (estábamos en plena crisis) de aquí a poco tendríamos que comer mierda y el pesimista infería que no habría mierda para todos (mucho menos ahora si se va a dispensar con receta).

CIRANO