Los pedos causan hilaridad por la
insolencia con la que se expresan. Además, surgen por una apertura
identificada con una palabra formada por dos negaciones. Si solo
fuera por el sonido podrían ser tomados a broma, pero resulta que
huelen mal. La gracia del pedo reside en su privacidad. Cuando lo
clandestino se convierte en público desata el asombro, la admiración
o la risa. Recuerdo un famoso cuesco que se tiró el Bogas una tarde
mientras los internos permanecíamos en escrupuloso silencio durante
la hora de estudio que precedía a la cena. Fue una declaración de
intenciones. En medio del sosiego vespertino en el que repasábamos
las lecciones del día resonó con una autoridad digna de mejor
causa. Aquel lamento significaba que le importaba un bledo el
estudio, el retiro, la concurrencia y quien la presidía. Aquí estoy
yo, parecía decir con poderío y aburrimiento, como si gritara a
toque de campana: ¡moros en la costa! La clase soltó la carcajada
mientras el Bogas se ponía colorado y el cura lo mandaba fuera. Pero
como el ambiente seguía alborotado, el tutor, sin posibilidad de
controlar los efectos colaterales, resolvió darnos la libertad
pedida de aquella manera.
Rajoy ha gobernado a base de pedos.
Algunos se han conocido por el hedor y otros por las dos sustancias.
El último ha sido el insulto con el que ha recibido la Semana de
Pasión. Cuando la primavera estalla de alegría la Iglesia ofrece
dolor y el gobierno el perdón, no se sabe de qué forma, a los
inmigrantes sin papeles para que puedan ser asistidos por el Servicio
Nacional de Salud. Sonado fue el pedo que lanzó a los trabajadores
eliminando el convenio colectivo y estableciendo el despido libre.
Todavía hieden el ambiente los recortes en sanidad, educación e
investigación, el IVA cultural y la reducción de funcionarios.
Sonoras han sido las privatizaciones, la corrupción o el
sostenimiento de negocios mal diseñados como las autovías o el
mismo AVE que no va ser rentable hasta por lo menos 2050. Da
vergüenza comprobar que un tercio de los niños españoles dependan
de los comedores públicos. Por eso, se puede calificar de pedorreta
la serie de noticias con las que los miembros del gobierno anuncian a
parados, desahuciados, mal pagados y acogidos a la beneficencia que
se ha superado la crisis y que se crece a no se cuantos pedos por
ciento.
Rajoy es un mal
político porque vuelca su privacidad de manera inoportuna sin ser
capaz de controlarse, aunque pretenda lo contrario. Cuando cree decir
la verdad miente y viceversa. No me extrañaría que al igual que se
le escapan los guiños delatores de embuste, se le escaparan los
pedos mientras preside el Consejo de Ministros. La estrategia
utilizada para sus apariciones a través del plasma ha sido diseñada
para evitar los olores que produce la mala (di) gestión de los
asuntos públicos. Al igual que hay virtuosos de la flauta él domina
ese otro instrumento de viento que hace sonrojar más al que escucha
que al que interpreta. Como a su partido le gustan los eslóganes
cortos y directos, ofrezco uno para las campañas que nos esperan:
¡váyase Sr Rajoy con sus pedos a otra parte!
CIRANO
¿Están cansados los señores de oler los pedorros del señor presidente ? Cirano lo lleva al soporte metafórico para que podamos degustarlos con mayor abundancia de matices, pero parece que hasta el sentido del gusto y del olfato lo tapa el hediendo olor de los pedos del Presidente. Que pena señores
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