El inconsciente
colectivo es algo (o debe ser algo) que te hace creer en cosas que no entiendes
o te hace actuar como nunca habías pensado que actuarías. La manifestación más
cabal de su fuerza inductora puede que se exprese en la trillada pregunta “¿qué
hace un chico como yo en un lugar como éste?”. Es lo que se deben estar
preguntando muchos votantes del PP, envueltos sin querer, en una dinámica de
descalabro que les lleva a una situación de desconsuelo. Tampoco hace falta
haber votado al PP para sentir bochorno ajeno ante la poca estima personal que
se tiene quien confiesa que no cumplir con la palabra dada es cumplir con su
deber. (Si aquí no aparece la esencia doctrinal de la Santísima Trinidad que
venga Dios y lo vea). Una pregunta como la planteada por ese chico desorientado
es un universal que puede aplicarse a situaciones muy diversas, como por
ejemplo: ¿todos los alemanes que se afiliaron a las SS o que las jalearon eran
nazis? ¿sabían lo que estaban haciendo o sucumbieron al inconsciente colectivo?
No sé qué será peor si la inconsciencia mal conducida o la conciencia mal
empleada. El resultado puede que sea el mismo: la manipulación de las masas.
Que las masas son manipulables es algo que la Biblia explica con claridad y
redundancia. Lo que temía Ortega era exactamente lo contrario, que dejaran de
ser maleables e impusieran su estulticia, que se revelaran (de revelado, no de
rebelde) como eran, lo cual vendría a ser una rebelión silenciosa. Su fina
inteligencia y su elegancia dialéctica no llegaron a imaginar lo que se venía
encima con la “mass media”, medios de
masas (medios o maneras de manipular a las masas con eficacia; tanta que no
preocupa conceder un instrumento de comunicación universal de masas como es
internet). Y eso se puede hacer porque el éxito indiscutible de la manipulación
actual no depende de la infalibilidad de los medios, sino de la fragilidad de
los receptores. Lo primero es que los partidos mayoritarios acordaron, durante
La Transición, imponer el bipartidismo con leyes y
subvenciones "ad hoc", que aunque parezca se inspiran en el modelo yanqui, no son
sino la reedición del turno de partidos de La Restauración. Lo segundo y
principal es el acuerdo tácito de debilitar a la masa, al pueblo, privándolo de
la instrucción, dejando que la enseñanza se pudra en sus raíces para que sea
imposible su regeneración. Las masas sin conocimiento, con padecimiento y sin
futuro no van a tener otra salida que rebelarse, pero no como pensaba Ortega,
sino de verdad.
CIRANO

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