IBRAHIM




 
            Ibrahim se había hecho a sí mismo. Para hacerse a sí mismo no hace falta ser pobre ni empezar de botones en la empresa a la que llegarás a dirigir, con hacer lo que creas que tienes que hacer es suficiente e Ibrahim lo hizo. En primer lugar eligió estudiar en Oxford en lugar de Lausana como proponía su padre; prefirió la firma Maserati y no Ferrari, como usaba el patriarca, para nutrir su cuadra; tuvo solo tres esposas y no quince como era la tradición familiar y se dedicó a especular en bolsa en cuanto accedió, por méritos propios, al círculo en donde la información confidencial fluía a golpe de talonario. Se dio cuenta, con precoz instinto depredador, que por debajo de la escala de los muy ricos, esos personajes que no salen en las listas de Forbes, entre otras cosas porque son los dueños de Forbes, existía una escala de técnicos dedicados a los negocios y a la política, dispuestos a vender lo que hiciera falta para lamer las manos de los dueños del dinero que podía convulsionar el mercado. También se dio cuenta de que en el gran negocio solo participaban unos cuantos y al referirse al gran negocio señalaba los emporios económicos libres, esos que estaban disponibles para influir significativamente en el devenir del mundo. Por ejemplo, magnates con capital suficiente como para sostener la deuda de Estados Unidos siempre y cuando Bush iniciara una contienda que agitara el comercio del petróleo hasta que el precio del barril superara los cien dólares. A partir de ahí se podía empezar a hablar: el beneficio de la escalada de precios se podría destinar a comprar deuda americana y dejarla dormida, no exonerada, pero si dormida durante el tiempo que hiciera falta, eso si, a cambio de encargar las armas a las empresas de su grupo. Con eso Ibrahim había triplicado el capital de su padre, un hombre a la antigua usanza que se conformaba con el monocultivo del petróleo, las comilonas y las muchacha jóvenes sin salir de los pozos donde el olor a carburante actuaba como afrodisíaco de sus ya cansados gestos. Con menos familia y con más negocios, Ibrahim se paseaba por el mundo en un barco que muchos países soberanos habrían convertido en el buque insignia de su armada. Si eso no era hacerse así mismo que viniera Alá y lo viera.
CIRANO

2 comentarios:

  1. De las muchas mascaras que tiene su amigo, apreciado Cirano, quisiera que me digera cual es más falsa, si la que oculta los engaños de los neo-cons o la que simula en las doctrinas musulmanas. Estos cuentos son demasiado ambiguos, porque parece un nuevo rico a veces y en otras un pirata. ¿Quien esta detrás de IBRAHIN, susurrandole al oido?

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    1. Tampoco es que sea mi amigo, es una ficción que podría parecerse a algún personaje de los que manejan las finanzas. Por ahora sabemos que trajina con armas, especula con petróleo y puja por la deuda de países en apuros. Supongo que se conocerán más detalles si es que el cuento sigue.

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