Me gustaría conocer el impacto real de los comentarios de unos sacamuelas de la Edad Media sobre los efectos de alguna epidemia que asolaba a los pueblos. Hablarían, como me pasa a mi ahora al analizar los motivos de la crisis económica que nos aplasta, desde convicciones o creencias, sin sospechar que el origen pudiera ser una bacteria. No obstante opinaban, discutían y aplicaban remedios por los que irían a la cárcel los médicos de hoy si se atrevieran a prescribirlos. Eso hacían los entendidos, los profesionales de la curandería cuando la ciencia médica estaba en mantillas. La cuestión es que pasado el tiempo lo que parecía un misterio inescrutable empezó a aclararse hasta que se llegó al conocimiento, si no pleno al menos aceptable, de la causa de tanta desgracia y hasta de su remedio. No se si la economía infectada por millones de interventores, como las heridas se infectan de microorganismos, alcanzará un día la categoría de ciencia y se descubrirán los antídotos que combatan las miasmas de los bonos basura, los hermanos, primos y demás parentela Lehman (incluidos ministros y asesores), la especulación, la usura, la corrupción y todas y cada una de las plagas del siglo XXI que tanta desdicha están trayendo. Las bacterias infectan porque son ambiciosas, no se conforman con la materia orgánica informe sino que luchan por colonizar cualquier forma de vida para reducirla a podredumbre donde proliferan con avaricia.
No se a quién se ofende más si se comparan agentes financieros sin escrúpulos con bacterias automatizadas que no saben lo que se hacen, aunque queda por imaginar el modelo donde no esté permitido su proliferación: sabido es que el organismo humano necesita gérmenes saprófitos que le ayuden. Cuando una placa cebada de caldo de cultivo se inocula con una cepa microbiana se inicia una proliferación que se anima a medida que crece hasta que agota los nutrientes o se queda sin espacio para seguir creciendo. Entonces la colonia se entumece, se paraliza y decae a medida que pierde vitalidad. Si las unidades que la componen tienen capacidad de esporulación se enquistan hasta que vuelven a encontrar condiciones favorables sin necesitar otra cosa que librarse de sustancias abrasivas o de calor extremo.
Si los sacamuelas de la Edad Media hubieran sabido esto se habrían ahorrado muchos sufrimientos, aunque ahora no seríamos lo que somos. El mundo necesita con urgencia un Fleming que descubra productos contra la avaricia y el desorden de los especuladores financieros porque resulta que los predicadores de desastres que se postulaban como salvadores parecen estar más interesados en proporcionar caldo de cultico a las bacterias que en atacarlas.
CIRANO

Comparto en su totalidad esta entrada. Me gfusta la comparación, pero no creo que surja un "Fleming" que pueda resolver el prolema de la avaricia y la ineptitud de políticos y "gestores financieros" (por llamarlos de algfuna forma). Son peores que las bacterias
ResponderEliminarAdemás si todo fuera una severa infección de base organica, dependeriamos de los laboratorios para encontrar el antibiotico necesario para acabar con ellos, y no se que sería mejor.
ResponderEliminarPero le digo señor Cirano, el Capitalismo es así, cruel y despiadado con todo lo que no le de beneficios, así que olvidemos la lucha de clase y encontremos las contradicciones del sistema.
Esperemos, amigo Cirano, que los especuladores aprieten tanto, desequilibren tanto al sistema que este produzca ese Fleming...; si Prigognini tenía razon
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