La teoría de la relatividad plantea que es imposible demostrar el estado de movimiento desde dentro de un sistema inercial en movimiento. Montado en un coche cerrado, en movimiento rectilíneo uniforme, no se sabe si está quieto o se mueve. Sin patrones no se puede medir nada, ya que para determinar diferencias se necesita comparar magnitudes semejantes. Frascuelo se comparó con su hermano y concluyó que era más valiente que él, más torero, y más gitano utilizando una escala de valores imaginaria que no precisa.La necesidad de un sistema absoluto de referencia inercial mantuvo viva la hipótesis del éter luminífero durante mucho tiempo hasta que Einstein propuso sustituirla por la constante de la velocidad de la luz. A parte de las implicaciones físicas y prácticas que tal cambio significó, el trasiego de absolutos demuestra la necesidad humana de referencias. No debe extrañar, por tanto, que la teoría de la relatividad conservara de manera implícita la idea de Dios, lo mismo que aceptaba las leyes del movimiento de Newton y las interacciones con fuerzas centrales, tinglados ideológicos que acabarían siendo innecesarios para entender los nuevos conceptos.Del principio de comparación -Einstein empezó llamando a su teoría principio de relatividad- que puede servir para mostrar humildad, nace también su contraria la envidia si no se acepta el valor de la magnitud que ofrece el examen. Los absolutos imaginarios dejan tranquilo a quien prefiere vérselas con infinitos a exponerse a dejar al descubierto insuficiencias que se perciben de manera intuitiva si se coteja con iguales. Hay dependencias asumibles (la de Sancho respecto a Don Quijote puede ser una de ellas) y otras que tienden a ignorarse dando lugar a esos estados dudosos de atracción-rechazo tan corrientes en cualquier nivel de relaciones humanas. Para sentirse a gusto con uno mismo y satisfacer la autoestima basta con elegir sistemas de referencia favorables, sabiendo desde Calderón que cualquiera puede encontrar, con solo volver la vista atrás, a alguien que se conforme con las sobras.Los países democráticos se rigen por sistemas de referencia recogidos en normas que imponen condiciones de convivencia consensuadas por la mayoría. Dichas leyes no son tan rígidas ni tan universales como las que operan en la naturaleza. Son interpretables, flexibles y modificables, pero mientras están vigentes son de obligado cumplimiento. Felipe González opina qué, cambiar la monarquía, impuesta por un régimen irrespetuoso absoluto con el orden constitucional vigente en su día, por la “republiqueta”, destruiría España. Se acaba de comentar que al principio del siglo XX se cambió el sistema de referencia universal del éter luminífero por la constante de la velocidad de la luz, algo mucho más trascendente, sin que pasara nada. Tampoco sería una catástrofe que se sustituyera a los políticos corruptos por gente honrada y que se tapiaran las puertas giratorias por las que pasan del coro al caño los menos escrupulosos con los principios de equidad, pero que se las dan de valientes, toreros y listillos como ellos solos.
CIRANO
una vez mas gracias y mi enhorabuena por hacerme ver que lo sencillo no es simple y ademas supera los limites de lo domestico.
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