AQUELLOS ROJOS . Cuadro 10






Como todos los días, el Dr. Antiguo se despertó alertado por el sonido de la radio. Permaneció un rato en la cama oyendo las noticias antes de levantarse para ir al cuarto de baño. Se había dejado barba para no perder tiempo afeitándose pero acabó sintiéndose satisfecho cuando comprobó que lo hacía más respetable. Una vez vestido salió al pasillo donde le esperaban alineados sus hijos a los que llevó al colegio de camino al hospital donde llegó cerca de las nueve. Sube a la planta, se pone la bata y entra en el aula donde se desarrolla una sesión clínica a la que siempre llega tarde.
¿De qué va la cosa? pregunta a un compañero en la última fila. Están dando cuenta de la guardia, parece que ha sido tranquila, le contesta. Mejor así, piensa mientras echa un vistazo a la sala. El jefe lo mira con hostilidad porque no hay manera de hacerlo llegar a las 8:30 teniendo como tiene media hora de margen. Evita fijar la mirada en él y prefiere sobrevolar el ambiente: están todos los que son incluidos los residentes que han hecho la guardia y que se quedarán hasta las tres.
Con poner el despertador media hora antes, le reprende el jefe que lo ha llamado a su despacho, consigues ser puntual. Sí, pero entonces no puedo llevar los niños al colegio. Que los lleve su madre. Ella tiene que fichar y no se puede retrasar, me quedaré un rato más. Nadie se queda un rato más después de que yo me marche, contesta el jefe, le estáis dando argumentos al Comité de Empresa para que nos hagan fichar a todos. El Dr. Antiguo piensa que le podría decir que también él se va antes de tiempo porque tiene privada por la tarde y le gusta echarse la siesta, pero no dice nada. Recoge las hojas de consulta y se va a pasear el hospital. En cada sala que visita se para con algún colega para quejarse. Desayuna a media mañana de vuelta al servicio. Pasa entre las filas de pacientes y antes de empezar la consulta cuchichea con la enfermera, le dice que hay que darse prisa porque a la una y media empieza una asamblea.
Cuando llega al salón de actos no puede entrar porque está rebosando. Se queda en la puerta intentando enterarse sin oír nada. ¿De qué va la cosa? pregunta a un vecino. Están presentando la candidatura al Colegio de Médicos, le contesta de manera distraída. ¿Quiénes son? ¿los médicos jóvenes? Sí. Valiente chorrada, deja a ver si puedo pasar. ¿Qué es lo que se han creído esos niñatos? Empujando logra entrar al tiempo que un orador defiende la colegiación libre. No lo puede evitar, una oleada de indignación le sube al pecho haciéndole gritar: ¿si queréis que no haya Colegio, por qué os presentáis? Porque somos libres, le contestan desde la tribuna y porque queremos cambiar las cosas desde dentro. Intenta responder pero le dicen que se calle. Aguanta hasta que termina el debate en una sala que se ha ido vaciando a medida que se acerca la hora de la salida. Los disidentes pasan acalorados por su lado comentando lo que interpretan que ha sido un éxito. Al cruzarse con el Dr. Antiguo lo ignoran porque lo consideran un energúmeno. En el bar se encuentran al candidato oficial, es el actual presidente que les ofrece un par de puestos en la junta si retiran su candidatura. Esto les da ánimos porque piensan que es un acto de debilidad del contrincante y lo rechazan. Falta una semana para las elecciones en las que piensan volcarse. Lo que no saben es que el presidente ya ha recibido por correo votos suficientes para ganar con holgura. El buen hombre es sincero cuando les dice que le caen bien y que lo único que quiere es evitarles hacer el ridículo, cosa en la que se empeñan por todos los medios.

CIRANO

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