Es innegable que los
ciudadanos españoles somos valientes, que hemos superado con
paciencia palmaria muchas situaciones terribles, y que aprendimos de
nuestra historia todo aquello que no debemos hacer. Decidimos que
dentro de la pluralidad de nuestra cultura, unas veces nos gobernaran
unos por tener mayor afinidad para la administración, y otras los
diferentes que deberían tener corazón para ayudar a los que, por
los motivos que fueren, no han podido salir suficientemente a flote.
Todo esto produciría un equilibrio que haría una sociedad más
justa y equitativa.
Que pasó para que este
mundo posiblemente equilibrado sufriera semejante desajuste, pues que
unos, los que dicen que son magníficos administradores, padecieron
una enfermedad llamada solipsismo, caracterizada porque solo son
capaces de ver su propio yo, y que además nunca es tiempo para
dejarlo e ir a ocuparse de administrar asuntos terrenales, más los
peculios que detraen.
Los otros los diferentes,
decidieron por su propia voluntad abandonar aquellos criterios que
les hacían distintos, quitaron los cuerpos ideológicos y se
hicieron compatibles con los administradores, el resultado fue que
consiguieron una dispersión mental muy apropiada y fueron perdiendo
fuerza gradual y progresivamente, y según algunos mentideros
acabaran tan dispersos que no quedara ni rastro de ellos. Y lo triste
es que hacen falta, que los ciudadanos les necesitamos con sus
críticas, con sus contradicciones y con sus equívocos, pero está
escrito que dejaran un gran hueco y ¿quién lo ocupará? Nadie, solo
el conjunto de aquellos grupos que con obligación negociaran y se
pondrán de acuerdo en actuar en conjunción entre ellos, para desde
la pluralidad buscar el mejor resultado para la población. Esta
conjunción estará abierta a todas las fuerzas políticas y es y
sera la posibilidad que el capitalismo permite para gobernar los
pueblos.
¿Funcionara? Pues
mientras que los que están en ese mundo se enteran, lo que tardan
en llamarse y ponerse de acuerdo en alguna razón continuaremos con
el atraso secular que siempre ha padecido este país.
Solo algo es seguro, ese
es el único camino que les queda, tarde o temprano tendremos que
acordar quién es el que toma la iniciativa y quién es el que
consigue los acuerdos.
IINDALESIO Abril 2016
Siempre he dicho que me hubiera gustado ser poeta porque los poetas dicen más de lo que significan las palabras. Los políticos que nos han tocado en desgracia, al contrario que los poetas, achican las palabras y reducen las ideas. Entrando en la metáfora de los políticos poetas que plantea Indalesio habría que gritarle, por ejemplo a Rajoy, lo que la multitud grita a Cina en Julio Cesar de Shakespeare: ¡desgarrarle por sus versos malos!
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