A
pesar de la rapidez con la que se suceden los avances científicos, hay cosas
que permanecen inmutables a lo largo del tiempo. En medicina evolucionan más
las técnicas que los conceptos. La relación médico enfermo se ha modificado
poco en los últimos cien años a pesar de que el formato se deshumaniza con la
mediación de las máquinas.La situación empezó a cambiar,significativamente, tras
el descubrimiento de la penicilina de donde arranca el declive del halo
reverencial de los médicos. Todo el mundo sabe que quien cura una infección es
el antibiótico y no el médico y que éste deja de ser imprescindible desde el
momento en que el fármaco se consigue sin receta. Lo que no ha cambiado es que
la gente prefiera que le trate un profesional bien formado y con experiencia a
que lo haga un ignorante. Principio que se cumple en cualquier rama del saber y
del hacer, incluida la gestión sanitaria.
Los políticos
en este país gozan de una impunidad que no tienen sus homólogos europeos o
norteamericanos. Además del aforamiento especial que los protege, no hay
cultura de la dimisión por errores o fracasos, ni persecución de oficio por
mala gestión, aunque atente contra la integridad física de los ciudadanoso
contra el patrimonio común, como es la enajenación de servicios públicos para
su privatización. Por eso y porque la ignorancia es atrevida,disfrutan de
libertad para ensayar ocurrencias, como si se tratara de echar una porra sobre
el resultado de un partido.
Un
caso concreto podría ser el invento de la Consejería de Salud de la Junta de
Andalucía de unificar servicios entre hospitales separados por media docena de
kilómetros o más, que está creando malestar entre los facultativos y disfunción
en los equipos. Como no ha transcurrido el tiempo suficiente para poder
analizar los resultados, solo cabe preguntarse sobre las razones que respaldan
una medida tan alejada de la que tomó el SAS
cuando se hizo cargo del Hospital Civil Provincial. En aquel no tan
lejano caso, se optó por duplicar los servicios del propio hospital por motivos
nunca confesados, pero que se contradicen con lo que ahora se hace. Las
genuinas y originales Unidades de Gestión no han sido reproducidas por ningún
hospital de este u otro país, que se sepa. Más bien están siendo contestadas
por propios y extraños sin que hayan aportado nada nuevo al modelo de gestión
tradicional. Con estos antecedentes tan poco fiables ¿se sabe lo que se está
haciendo al unificar servicios? ¿existen precedentes en países desarrollados?
¿no será que se quiere organizar un caos para justificar la intervención
privada? Por seguridad de todos: los experimentos mejor con gaseosa.
La espiral en que se ha metido los responsables (que no autoridades) en cambiar y limitar el producto sanitario, no deja de ser preocupantes. Quieren, quizás hasta por animadversión, hacer una fabrica de productos de rendimientos, sin encomendarse a ningún conocimiento que lo valide, como muy bien dice Cirano. El resultado es la perdida de salud para la población (ojo que lo advertimos) y para los profesionales quitarles el deseo en desarrollar su oficio. Como en otros lugares, una espiral de ajustes que van a dejar la sanidad completamente empobrecida, hasta que nos obliguen a seguros de asistencia privados. ¿Y para que sirven los sesudos pensadores de las Escuelas de Salud Públicas?
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